Estos tiempos de pandemia son propicios a toda clase de imposturas y trucos. La ruinosa situación en la que se encuentran muchísimos españoles y empresas da excusas a los enemigos del mercado para alzar sus demagógicas voces a favor de la subida de impuestos a los ricos para repartir el dinero entre los pobres. En otras palabras, quieren más Estado, como si no tuviera obesidad mórbida el actual.
En el revuelo político y económico en el que nos encontramos, la extrema izquierda hace uso del engaño con más facilidad que en tiempos normales, manipulando así las difíciles situaciones en las que se encuentran nuestros compatriotas. En realidad, a los revolucionarios de salón les va aquello de cuanto peor, mejor, mejor para ellos, claro. Porque cuanto más apurado sea el estado económico de la nación más posibilidades tienen ellos de llevar a cabo sus planes y ganar seguidores a su causa. No cabe duda de que en tiempos de bienestar, con la economía funcionando a velocidad de crucero, nadie se embarca en aventuras, pero cuando falta para pagar el alquiler o el colegio… los cantos de sirena resultan más atractivos y hay incautos que hasta los siguen.
Políticos como Iglesias o Garzón se llenan la boca con las palabras público, Estado, ayudas y otras de parecido tenor, aunque ellos vivan en grandes casas y disfruten de una situación que no conocen ni de cerca los destinatarios de sus mensajes. Pero eso no importa, predican un paraíso que nunca les llega a los demás porque se lo apropian ellos para probarlo antes. Es muy recomendable que el ciudadano se prevenga ante la venta de mercancías averiadas como estas que comentamos. El Estado debe ayudar a las personas que lo necesitan pero el motor de progreso de cualquier nación son sus empresas, las que crean riqueza y empleo. Lo que ha caído es el Muro de Berlín y cuanto significa, no la Estatua de la Libertad.