El nacionalismo catalán, nueva religión laica. Francisco Fortes. Abogado - El Sol Digital

El nacionalismo catalán, nueva religión laica. Francisco Fortes. Abogado

El movimiento independentista catalán tiene un origen antiguo. Sus premisas están al comienzo de la era moderna cuando, con el descubrimiento de América, Cataluña tuvo que sufrir las dificultades  económicas debidas al desplazamiento del comercio hacia las Américas, de cuyas rutas Cataluña quedaba excluida en favor de Castilla, y con la reducción de su margen de maniobras mercantiles en la cuenca mediterránea, a causa de la expansión otomana. En este contexto es donde maduran los sentimientos anticastellanos y separatistas que llevarán a la decisión política de apoyar a Francia contra Felipe IV. Si bien estas son las premisas más lejanas, hay que decir que el fenómeno del independentismo se ha radicalizado en los últimos diez años, paralelamente al estallido de la crisis económica interna en España y también internacional. La crisis económica funciona como detonador de antiguas rivalidades. El populismo catalán es distinto del italiano, alemán, austriaco, inglés. No tiene nada que ver con los fenómenos de la inmigración, la presencia musulmana, etc. El populismo catalán es un populismo nacional o, mejor dicho, nacionalista. Presenta analogías con el vasco y escocés. Los independentistas piden ser considerados como una auténtica nación.

En Europa, a lo largo del siglo XIX, surgieron muchos movimientos de independencia nacional de base religiosa, marcadamente cristiana. Es el caso de la independencia de Grecia del dominio otomano, de Polonia, Italia con el Risorgimento. La idea de nación “cristiana” es uno de los productos de la cultura romántica como reacción a la Ilustración secularizadora.

El fenómeno del nacionalismo, que se convierte en independentismo, puede ser explicado en Cataluña como una “transferencia de sacralidad”. Ya Orígenes criticaba la idolatría de la nación. Cataluña es, de hecho, una de las zonas más secularizadas de España. Esta transferencia de sacralidad es la consecuencia normal de toda “teología política”.

Para comprender a un pueblo hace falta una visión lógica y otra mítica. Sin la dimensión mítica, referida a los vínculos históricos, las tradiciones, los símbolos, las costumbres, etc., no se puede entender a un pueblo. Cuando esta dimensión mítica se vuelve “mística” se cae en la ideología, en la religión civil, en la teología política. El catalanismo, como movimiento identitario, se hace totalizante, unificador, religioso. Se convierte en un movimiento de liberación. La pregunta que debemos plantearnos es: ¿liberación de qué? ¿Acaso España es un Estado tirano, opresor, antidemocrático? Cataluña es una de las regiones europeas más ricas, con un nivel de autonomía que roza la independencia. ¿Qué le falta para ser ella misma? Nada más que la mitología de sí misma. En la Cataluña secularizada, el nacionalismo llena el vacío dejado por la religión perdida. Solo se comprende la mística de la revuelta catalana a partir del hecho de que finalmente los catalanes han encontrado una nueva fe, un mito unificador, una pasión civil, un enemigo a combatir. La mística no tiene en cuenta las contraindicaciones. Una Cataluña independiente no tendría el reconocimiento europeo, tendría que emitir una moneda propia, con las consecuencias que podemos imaginar, seguiría sufriendo la huida de empresas y bancos, el empeoramiento de sus cuentas económicas, probablemente el aumento del desempleo, la congelación de sus relaciones con España, la insignificancia política en el mundo global, etc. Los motivos negativos son evidentes. Sin embargo, para los independentistas no existen. Tienen una “fe” y eso basta.

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