“Puedes encontrar libros desde cinco euros hasta obras (rarísimas) por 5.000 euros”
Juan A. Gómez. Antonio Mateos Osorio es la tercera generación de una saga de libreros instalados en Málaga, una ciudad poco proclive al mundo de las letras. Sus hermanas, las librerías tradicionales del centro histórico, han ido echando el cierre desplazadas por los negocios hosteleros. Podríamos decir que este lugar, situado en calle Esparteros, sigue siendo un refugio para los libros antiguos, aquellos más vulnerables y preciados. Representa, de este modo, un ejemplo heroico, un galo irreductible entre romanos que la acechan. Sobre todo, porque sostiene una lucha desigual frente al progreso, un progreso a veces involutivo en lo cultural.
Antonio Mateos ha nacido entre libros. Recuerda, como si fuera ayer, esos paseos en compañía de su padre que le conducía hasta la librería de su abuelo, ubicada en Liborio García. Por entonces, su pequeña altura no le permitía vislumbrar más allá del mostrador. Ya entonces comenzaba a sentirse atraído por el aroma único y seductor que tienen los libros muy antiguos, esas obras raras e irrepetibles que ocupaban las estanterías del negocio familiar.
Es un experto en todo lo relacionado con el libro antiguo. ¿Qué momento, piensa, vive el coleccionismo de esta clase, en general y, en Málaga en particular?
El libro antiguo vive un momento complicado ante la irrupción de las nuevas tecnologías. Y el público joven no ha tomado contacto con este mundillo. Por otro lado, el papel de las administraciones públicas tampoco ayuda. Los bibliotecarios de universidades, bibliotecas públicas o archivos no están aumentando sus fondos.
¿Goza de buena salud este mercado?
Es una mala época, aunque en la posguerra pienso que sería aún peor.
¿Cuál es el perfil del comprador de esta clase libros?
Suele tener un nivel adquisitivo medio alto.
¿Es más fácil adquirir este tipo de libros ahora que antes?
Se ofrecen libros de segunda mano aunque también es más fácil conseguir libros valiosos. Gracias a internet y a una mejor comunicación puedes acceder a bibliotecas y subastas a precios competitivos.
Entonces, ¿el público tiene un mayor conocimiento sobre este sector tan desconocido?
Todo el mundo dice saber mucho y eso no es cierto. Los libros deben estar en buen estado. Ser viejo no es sinónimo de antiguo. Los libros antiguos pierden valor si los cortas, los reencuadernas o eliminas parte de sus láminas originales.
¿Cuántos libros tiene a la venta?
Actualmente, tenemos un fondo de 38.000 volúmenes. Naturalmente, no todos están aquí. En la tienda, se encuentran 2.000 de los títulos más destacados.
Y cuando le llega un libro, ¿cómo sabe realmente si es antiguo y raro?
Es un mundo complejo. Tienes que conocer muy bien su valor. Hay que repasarlo hoja por hoja. Internet ayuda, aunque te quita más de lo que te da. Para los libros en español y con más de 150 años, consulto el ‘Manual del Librero Hispano-americano’. Es mi consulta de cabecera.
¿Las nuevas tecnologías ayudan a saber más sobre un libro con siglos de antigüedad?
Verá. Internet te facilita el comprobar la rareza de un ejemplar. Incluso a obtener información más detallada sobre la obra. Esto, para el experto o el librero, es importante. Sin embargo, el nivel de fraude es mayor para el comprador inexperto. Se ha dado el caso de pedir un libro raro y recibir una fotocopia.
¿Qué factores intervienen en la rareza, en el valor de un libro antiguo?, ¿qué aspectos lo encarecen y lo convierten en una obra única?
Para empezar, la importancia histórica de la obra ensimisma, y del autor. Luego, si es una primera edición. En la poesía de la ‘Generación del 27’, las primeras ediciones están muy cotizadas, máxime si tienen dedicatorias. Los autores del 27 como Lorca o Alberti solían dejar dedicatorias y dibujos. A veces, decoraban sus libros. Las buenas encuadernaciones también suman en la tasación.
¿Las encuadernaciones son un buen espejo de lo que hay en su interior?, ¿hay cubiertas más prestigiosas que otras?
Pues depende del artesano. Brugalla es un buen ejemplo, así como las encuadernaciones francesas del siglo XIX, en especial las de Meunier. También son muy apreciadas las de Antonio Sancha, correspondientes al siglo XVIII.
¿Y entre sus clientes, quiénes destacan?, ¿puede citarnos alguno?
Pues por esta casa han venido clientes de la talla de Arturo Pérez Reverte, Cela, Vargas Llosa, el Almirante Gonzalo Gonzalez-Aller, o poetas como Vicente Aleixandre y políticos inestimables como Tierno Galván.
¿Cuáles son los libros más raros y caros que ha vendido a lo largo de su carrera?
Pues dos incunables de Nebrija que adquirió el Estado Español; y una edición desconocida -hasta entonces- de ‘El Héroe’ de Baltazar Gracián, su primera obra publicada.
¿Y si hablamos de precios?
En la tienda, puedes encontrar libros desde cinco euros a obras rarísimas por 5.000 euros. Cuando me muestran una obra, sé si tiene o no valor, nada más verlo. Los hallazgos verdaderamente importantes, aquellos que no aparecen en las bibliotecas públicas o en el fondo colectivo, hay que ofrecérselos primero al Estado.
¿Cuál es su género más querido y los títulos que no vendería por nada del mundo?
Me apasionan las colecciones bibliófilas de los años cuarenta y cincuenta que cuentan la historia del libro y tratan sobre los libreros. Si le digo la verdad, todos los libros tienen su precio. Uno, al fin y al cabo, es empresario y no debe amontonar libros en casa.
¿Se siguen vendiendo bibliotecas particulares?, ¿asesora a familias que desean desprenderse de colecciones heredadas?
El mercado sigue nutriéndose de manuscritos. Las bibliotecas heredadas de padres a hijos no vuelven a salir hasta que hay una tercera o cuarta generación que ha perdido el vínculo sentimental con esos libros, y decide vender. Como resultado, la circulación siempre es pequeña si hablamos de colecciones privadas. Antes, asesoraba y adquiría bibliotecas particulares. A día de hoy, prefiero disfrutar de los libros. Compro solo aquellos que me gustan: obras con grabados, impresos, etc.
¿Cuándo surge esta saga familiar?
Mi abuelo fundó originalmente la librería en 1938. Estaba situada en calle Liborio García y la bautizó como La Casa del Libro. Años más tardes, Espasa Calpe interpuso una denuncia y el negocio pasó a denominarse La Casa del Libro de Antonio Mateos. Mi abuelo trabajaba en los ferrocarriles y tenía acceso a una red logística única. Realmente, era él quien proveía de fondos al resto de librerías de la ciudad. Luego retomaría el negocio mi padre y, a continuación, yo.