Transición ecológica. Carbono cero. Carlos Ramírez. Abogado - El Sol Digital
Transición ecológica. Carbono cero. Carlos Ramírez. Abogado

Transición ecológica. Carbono cero. Carlos Ramírez. Abogado

La neutralidad en carbono se ha convertido, de repente, en una de las aspiraciones de la UE y de organismos mundiales en la protección medioambiental y una medida para luchar contra el cambio climático.

La neutralidad en carbono es el equivalente a un resultado neto de cero emisiones. Hay varias acciones que los agentes emisores pueden llevar a cabo para conseguir este equilibrio, lográndose en gran medida gracias a la eliminación gradual del uso de los combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas natural, etc.), principales causantes del calentamiento global.

Las medidas de reducción y compensación son la reducción del consumo energético y actividades que producen emisiones; la mejora de la eficiencia energética de los procesos; la innovación tecnológica baja en carbono, y el consumo de electricidad renovable (eólica, fotovoltaica, hidroeléctrica, termosolar, etc.).

Se entiende como huella de carbono “la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto por un individuo, organización, evento o producto«.

La huella de carbono de una organización mide la totalidad de GEI (gases de efecto invernadero) emitidos por efecto directo o indirecto provenientes del desarrollo de la actividad de dicha organización.

La Huella de carbono de producto mide los gases emitidos durante todo el ciclo de vida de un producto: desde la extracción de las materias primas, pasando por el procesado y fabricación y distribución, hasta la etapa de uso y final de la vida útil (depósito, reutilización o reciclado).

La huella de carbono se configura así como punto de referencia básico para el inicio de actuaciones de reducción de consumo de energía y para la utilización de recursos y materiales con mejor comportamiento medioambiental. La huella de carbono identifica la cantidad de emisiones de GEI que son liberadas a la atmósfera como consecuencia del desarrollo de cualquier actividad.

En primer lugar, cabe indicar que las emisiones asociadas a las operaciones de una organización se pueden clasificar como emisiones directas o indirectas.

Las emisiones directas de GEI son emisiones de fuentes que son propiedad de o están controladas por la organización. Podrían entenderse como las emisiones liberadas in situ en el lugar donde se produce la actividad, por ejemplo, las emisiones debidas al sistema de calefacción si éste se basa en la quema de combustibles fósiles.

Las Emisiones indirectas de GEI son emisiones consecuencia de las actividades de la organización pero que ocurren en fuentes que son propiedad de o están controladas por otra organización. Un ejemplo de emisión indirecta es la emisión procedente de la electricidad consumida por una organización cuyas emisiones han sido producidas en el lugar en el que se generó dicha electricidad.

Una vez definidas cuáles son las emisiones directas e indirectas de GEI y para facilitar la detección de todas ellas, se han definido tres alcances:

Alcance 1: emisiones directas de GEI. Por ejemplo, emisiones provenientes de la combustión en calderas, hornos, vehículos, etc., que son propiedad de o están controladas por la entidad en cuestión.

Alcance 2: emisiones indirectas de GEI asociadas a la generación de electricidad adquirida y consumida por la organización.

Alcance 3: otras emisiones indirectas. Algunos ejemplos son la extracción y producción de materiales que adquiere la organización, los viajes de trabajo a través de medios externos, el transporte de materias primas, de combustibles y de productos realizados por terceros o la utilización de productos o servicios ofrecidos por otros.

El cálculo de la huella de carbono de una organización se constituye como una herramienta con una doble finalidad: reducir los costes que implica el consumo de energía para iluminación, climatización, calefacción y transporte y, por otro lado, contribuir a la reducción de las emisiones de GEI y a una mayor concienciación medioambiental.

La entidad que calcula su huella de carbono tiene las siguientes ventajas:

Identificación de oportunidades de reducción de emisiones de GEI. La mayor parte de ellas se derivarán de la reducción de consumos energéticos.

Mejorar la reputación corporativa y el posicionamiento de la empresa. Obtención de reconocimiento externo.

Identificar nuevas oportunidades de negocio, atraer inversionistas y clientes sensibilizados con el cambio climático y el medio ambiente

Amazon ha recibido el mayor paquete de coches eléctricos de la historia: hasta 10.000 vehículos que forman parte del ‘Plan verde’. Se ha propuesto descarbonizar el 100 por 100 de la infraestructura global de la compañía para el año 2030, lo que la convertiría en una empresa neutra en carbono una década antes de lo pactado en el Acuerdo del Clima París que ponía la mirada en 2040. Una de las acciones propuestas es aumentar la velocidad de los servicios pues las entregas del mismo día o de un día ayudan a reducir las emisiones de carbono, ya que restringe la necesidad de recurrir al transporte aéreo.

Acciona se ha adherido a tres iniciativas que permiten incrementar la aportación del sector empresarial a la lucha contra la emergencia climática, y ha suscrito la petición del ‘Carbon Pricing Leadership Coalition (CPLC)’ del establecimiento de «políticas de precios del carbono estables y a largo plazo«.

Expertos forestales destacan que se ha cumplido menos de un 20 por ciento de las metas generales de restauración de bosques, aunque alaban los esfuerzos de países como El Salvador, Etiopía o México, y llaman la atención sobre la reducción de la superficie de los bosques en África Occidental y en la cuenca del Congo.

Además del desastre ecológico de los incendios forestales que duran tres meses en Australia, se suma uno mayor. Con las expansiones previstas de los proyectos de carbón y gas, Australia puede ser responsable del 17 por ciento de las emisiones globales para 2030. La quema de carbón y gas son la primera causa de la crisis climática y Australia es la primera exportadora de ambos.

Australia se ubica ahora junto a Rusia en el quinto puesto de los principales contaminadores a nivel mundial, por detrás de India, la Unión Europea, Estados Unidos y China, según «Climate Analytics».

Algo más al sur, el Parlamento de Nueva Zelanda ha aprobado una ley de “carbono cero” con un apoyo histórico entre los partidos con el que se ha comprometido a eliminar las emisiones del gas de efecto invernadero para el año 2050, como exige el Acuerdo de París. El texto aprobado fija el objetivo de cero emisiones de gases de efecto invernadero para 2050, a excepción del metano de origen animal. Además, hace legalmente vinculante la meta de mantener el calentamiento global por debajo del aumento de 1,5 grados, como también se estipula en el Acuerdo de París.

Ese gobierno también se ha comprometido a plantar mil millones de árboles en diez años y a garantizar que la energía del país esté completamente basada en las energías renovables de aquí a 2035. No obstante, la norma establece un trato distinto para el metano de origen animal, cuyas emisiones se reducirán un 10 por ciento para 2030 y otra de entre el 24 y el 47 por ciento para 2050.

El proyecto de ley “justifica” con medias verdades, este trato especial argumentando que el metano permanece en la atmósfera por un tiempo mucho más corto que el dióxido de carbono, sin embargo, la comunidad científica evidencia que el gas es mucho más nocivo mientras permanece allí.

La importante evolución de las energías renovables en el mercado energético nacional, que se han doblado desde el 8,3 por ciento que suponían en 2004, dejarán a España sin apenas acceso al nuevo Fondo de Transición Justa de la Unión Europea, y solo podrá optar al 4 por ciento, según el borrador del reparto elaborado por la Comisión. Polonia, según el reparto previsto, se quedaría con la cuarta parte del Fondo y Alemania casi el 20 por ciento.  El principal criterio de reparto es el nivel de emisiones de gases con efecto invernadero en las regiones con una gran intensidad de producción o consumo de carbón. El otro gran baremo es el número de empleos en sectores vinculados al carbón. Y España, consecuentemente, también figura en la parte baja de la tabla con 276.000 puestos de trabajo sobre un total que supera los siete millones. Polonia cuenta con casi dos millones de empleos y Alemania con algo más de 1,2 millones, según los datos distribuidos por la Comisión.

El balance español podría deteriorarse aún más si el Fondo de Transición se nutre finalmente de los fondos estructurales, una posibilidad que desearían los países partidarios de restringir el gasto. Y Gran Bretaña ya no estará para aportar su parte.

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