Un año de la era Trump. Carlos Ramirez. Abogado - El Sol Digital

Un año de la era Trump. Carlos Ramirez. Abogado

Contra todo pronóstico demoscópico y contra todos los medios establecidos, su propio partido, los demócratas, la prensa nacional y estatal, los equipos de NBA, y todo el inmenso poder de Hollywood, Donal Trump les venció y convenció a la mayoría de los ciudadanos de 34 estados, de los 50 de la Unión,  que le votasen.

El ritmo ha sido trepidante, con errores de inicios como su enfrentamiento con el ya exdirector del FBI a raíz de la investigación sobre la presunta injerencia rusa en las elecciones que lo llevaron a la Casa Blanca, manifestando que el FBI es totalmente incapaz de detener a  los ‘filtradores’ de seguridad nacional “que han impregnado nuestro Gobierno durante mucho tiempo».

Uno de los asuntos por los que ha recibido mayores críticas ha sido por su gestión de las relaciones internacionales, atacando al alcalde de Londres (de religión musulmana) tras un atentado terrorista en la capital británica en junio de 2017; al presidente norcoreano, Kim Jong Un, o sus ataques a México, son un ejemplo de ellas. O el más reiterado «amo a los mexicanos, pero México no es nuestro amigo. Nos están matando en la frontera y nos están matando en empleos y comercio. ¡Lucha!», manifestó sobre el vecino del sur. Por supuesto no ha ahorrado energías para atacar a medios de comunicación como el canal CNN o los diarios The Washington Post y The New York Times, tachados de incluir «fake news» (noticias falsas), haciendo un concurso de los tres más mentirosos.

Pero que ha cambiado en un año. Quizás lo más relevante sea la creación de dos millones de puestos de trabajo, la mayor bajada de impuestos en 30 años, y la defensa, aun tímida, del derecho a la vida.

La administración de Trump abordó el asunto de la inmigración bastante rápido con su polémica orden ejecutiva que cerraba la frontera del país a migrantes de una serie de naciones principalmente musulmanas. La orden fue rápidamente suspendida por las cortes de justicia. Las últimas medidas, al menos hasta ahora, han resistido los desafíos legales. Los esfuerzos antiinmigratorios también se han redoblado: hasta octubre del 2017 hubo 143.470 arrestos de indocumentados, un incremento del 30 por ciento respecto al año anterior. También anunció el fin del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (o DACA en inglés), establecido en la era Obama, que otorgaba estatus de residencia a unos 700.000 inmigrantes indocumentados que entraron a EE.UU. siendo niños. La orden fue temporalmente suspendida por una corte y es tema de continuas negociaciones en el Congreso. Trump está presionando para llevar a cabo cambios drásticos en el sistema de inmigración estadounidense, incluida la reducción del número total de inmigrantes y el fin del sistema de lotería de visas y está intentando limitar la capacidad de los actuales residentes estadounidenses para que lleven a sus familiares que residen en el extranjero al país. En cuanto al muro en la frontera con México -quizás la promesa más memorable de la campaña – aún sigue en duda su financiación.

Los esfuerzos en contra de la reforma de salud de Obama -la llamada Obamacare- para reemplazarla por un plan conservador sufrieron dramáticos fracasos legislativos. El presidente rápidamente puso fin a la participación de su país en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) e inició conversaciones con Canadá y México para reestructurar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), cuyas negociaciones actualmente están bajo presión.

El desempleo, que alcanzaba el 4,8 por ciento cuando asumió la presidencia, se redujo al 4,1 por ciento, su nivel más bajo en 17 años. El Producto Interno Bruto (PIB) alcanzó el 3,2 por ciento en el tercer trimestre del 2017, su punto más alto desde el primer trimestre del 2015. Estas cifras están generando mucho optimismo económico. El Índice de Confianza del Consumidor alcanzó su nivel más alto en 17 años en noviembre pasado. La  tasa de desempleo está en su nivel más bajo desde 2000 – y, entre la minoría negra, desde que existen estadísticas, hace 45 años-, que Wall Street valga hoy aproximadamente 3,7 billones de dólares (3 billones de euros) más que cuando Trump ganó las elecciones de 2016, y que, también, haya logrado la mayor reforma impositiva en tres décadas. El gran éxito ha sido la reforma fiscal, prometida en campaña, que reduce drásticamente los impuestos para las empresas y para muchos estadounidenses. Se calcula que el costo total de los cambios fiscales será de cerca de US$1,5 billones en 10 años.

Se le acusa de su equidistancia en las protestas raciales que se vivieron en Charlottesville (Virginia), a llamar “hijo de puta” al jugador negro de fútbol americano que inició las protestas contra el himno nacional poniendo la rodilla en tierra por la brutalidad policial o sus recientes comentarios calificando de “mierda” a varios países africanos. Un 60 por ciento de los estadounidenses cree que las relaciones raciales han empeorado con Trump, según una encuesta de Pew Research del pasado diciembre. El presidente se atribuye la mejora del desempleo entre los negros, que en diciembre cayó al 6,8 por ciento, la cifra más baja desde que se inició el registro en 1972. Pero el consenso de los expertos es que la mejora afecta a toda la población y es fruto de una tendencia previa. En los comicios, el republicano obtuvo un 8 por ciento del voto negro, superando el 6 por ciento de Mitt Romney, el candidato conservador en las presidenciales de 2012. Su rival, la demócrata Hillary Clinton, recibió un 88 por ciento, por debajo del 93 por ciento de Obama cuatro años antes.

Nada mejor para comprobarlo que el índice de apoyo al presidente que elabora todas las semanas la consultora Gallup, desde el 28 de mayo no ha logrado romper la barrera psicológica del 40 por ciento. Los datos de Gallup revelan que Trump tiene un techo impenetrable, pero también un suelo de hormigón armado. En cuatro ocasiones en los últimos doce meses, el apoyo a Trump ha caído hasta el 35 por ciento pero de ahí no ha bajado jamás. De modo que el apoyo a Donald Trump se mueve en una franja muy estrecha. Si se toman todos los valores de Gallup desde que llegó a la Casa Blanca, la media de su popularidad es del 38 por ciento. La consistencia que no tiene Trump, la poseen sus votantes. Eso, si no cambia nada con respecto a 2016, es decir, si en 2020 los demócratas están divididos y tienen un candidato impopular, y no hay escándalos internos que desmovilicen su electorado.

Trump no ha conseguido avanzar en la inmensa mayor parte de su programa electoral. Todas esas decisiones han reforzado la base de Trump y ha sumido en el caos al Partido Demócrata. Porque los demócratas tienen tantos grupos que les apoyan que no son capaces de tener un mensaje unificado. Son el partido de las feministas, de los negros, de los hispanos, de los asiáticos, de las personas con estudios universitarios, y de los jóvenes. Por el contrario, Trump es el hombre de los blancos de nivel educativo medio-bajo, y bajo, y de los muy ricos. El presidente, se enfrenta a un 2018 en el que los republicanos pueden perder su mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes. Eso comprometería el plan para la segunda mitad de su mandato: un plan de infraestructuras. Trump puede seguir en su 38 por ciento hasta 2020, o subir más, dependerá del resultado de las elecciones del 2018, y de la marcha de la economía y de la investigación del Rusigate.

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