A finales del siglo pasado varios informes de Naciones Unidas instaban a los gobiernos del mundo a encarar a las amenazas por las temperaturas que van en aumento antes de que algunas opciones se cierren para siempre.
El Acuerdo de la Cumbre del Clima de París del año 2015 no entrará en vigor hasta 2020 y cada país tuvo hasta mayo de 2017 para ratificarlo pero, no obstante, no será efectivo hasta que lo hayan firmado, al menos, 55 países que sumen el 55 por ciento de las emisiones globales. El objetivo que se marcaba en el acuerdo fue que la temperatura del planeta no sobrepase los dos grados de aumento a final de siglo, aunque se hace referencia a hacer esfuerzos para aspirar a un objetivo más ambicioso de 1,5 grados. Como los compromisos voluntarios de reducción de emisiones de efecto invernadero que han presentado los diferentes países no son suficientes para lograr ese objetivo, el documento incluye un mecanismo de revisión de esos compromisos cada cinco años con el ánimo de hacerlos poco a poco más ambiciosos y lograr contener el calentamiento en el año 2100. El texto definitivo, por primera vez en la historia implica a la práctica totalidad del planeta en la lucha contra el cambio climático y se compromete a transitar hacia una economía baja en carbono. Aquí es donde radica precisamente el principal éxito del texto, en su universalidad.
El documento compromete a los países desarrollados a movilizar 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020 para que los países más pobres puedan adaptarse a las consecuencias del cambio climático. Esa será la cantidad mínima, que deberá revisarse para una posible ampliación en 2025. No obstante, este punto ha quedado finalmente fuera del articulado y sólo se contempla en la parte de las decisiones, lo que quiere decir que se puede cambiar en futuras cumbres.
El resumen por los diseñadores de políticas contra el cambio climático se dio a conocer hace un año en Japón, en un documento que se presenta cada seis años con la contribución de casi 1.000 científicos. La conclusión es que si no se dan revisiones sobre las emisiones, los impactos del cambio climático serán más severos, más probables y posiblemente irreversibles, y hace hincapié en que «nos hemos comprometido a cierta cantidad de calentamiento”. El resumen del documento completo, el cual tiene más de 1.000 páginas, será la guía principal para los legisladores. Detalla cuáles son los impactos que se esperan por continente y por categoría, como vida marina, agricultura y riesgos de inundación. El verdadero aspecto a destacar es cuántos impactos existen, qué tan generalizados están y qué tan dominantes son alrededor del mundo.
EEUU es, por detrás de China, el segundo país más contaminante del mundo (él solo es responsable de entre un 10 por ciento y un 15 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero que se expulsan a la atmósfera) y el primer contaminante per cápita mundial. La administración de Obama se había comprometido, en el marco del acuerdo, a reducir sus emisiones de CO2 entre un 26 por ciento y un 28 por ciento en 2030 y a alcanzar una rebaja del 80 por ciento de cara a 2050. La pregunta ahora es si, con su salida, el Acuerdo de París corre el riesgo de quedarse en un pacto vacío.
En septiembre de 2016, los 377 miembros de la Academia Nacional de las Ciencias de EEUU, entre ellos 30 premios Nobel, en una carta abierta publicada en septiembre advertían de que una salida del acuerdo “haría mucho más difícil el desarrollo efectivo de estrategias globales para mitigar y adaptarse al cambio climático”. La cumbre del clima de la ONU que se cerró en noviembre de 2016 en Marrakech terminó por convertirse en un gran encuentro internacional para aislar a Donald Trump y su negacionismo frente al cambio climático, y avisar al próximo presidente de EEUU de que los pactos adoptados en materia de cambio climático en el año 2015 en París eran irreversibles. De la Cumbre de Marrakech salieron algunos compromisos significativos; así más de una veintena de países, se comprometieron con estrategias para 2050; y 47 países del Foro de Vulnerabilidad Climática –cuyas emisiones son equivalentes a las de Rusia- se han comprometido a ser cuanto antes 100 por cien renovables y a aumentar sus compromisos de reducción de emisiones antes de 2020.
En esta grave situación, Donald Trump ha sacado a Estados Unidos del Pacto Mundial contra el Cambio Climático, con anterioridad George W. Bush sacó a EEUU del Protocolo de Kioto en 2001. Así, el presidente confirmo el jueves día 1 de junio en una declaración desde la Casa Blanca su decisión de abandonar el Acuerdo de París, el acuerdo contra el calentamiento global firmado por 195 estados en 2015. El argumento, ya defendido en su campaña electoral, es que el pacto climático perjudica a EEUU y a su economía, y ha confirmado que su país «cesará todas las implementaciones» de los compromisos en París y que intentará negociar un acuerdo «mejor». Ahora está por ver cómo se lleva a la práctica la retirada de EEUU del Acuerdo, que según recoge su artículo 28.1, no se haría efectiva hasta noviembre de 2020, casi al final de la legislatura del magnate. ¿Y si no volviese a ganar las elecciones Trump?
Sin embargo, el presidente de EEUU, no ha entendido ni considerado que hay una transición ecológica global. El magnate estadounidense, ha llegado a calificar el calentamiento global como un “cuento chino”. Él centró su campaña en propuestas económicas y laborales en algunos estados mineros para ganar las elecciones, y entre sus planes políticos está el de incrementar la quema de combustibles fósiles, especialmente el carbón, principal emisor de CO2 a la atmósfera.
Unas severas limitaciones a los planes de Trump pueden venir desde su propio país, pues 18 estados ya han advertido de que seguirán implementando políticas para reducir las emisiones contaminantes, en la línea del más de centenar de empresas y multinacionales que pidieron al presidente norteamericano que no se saliera del Acuerdo. Con esta situación deja un puente de oro para que sea la UE la que asuma ese liderazgo pilotado anteriormente por Obama.
Una vez más la UE, por circunstancias no previsibles, como fue la victoria de Trump ante la candidata demócrata, continuista de las políticas sociales y económicas de Obama, tiene la oportunidad de liderar el cambio climático y atraer a países altamente contaminantes, como son China, India, Brasil y Rusia, en ese camino irrenunciable e irreversible por la sostenibilidad ambiental y un mundo más habitable.