Se mantiene la fuerte volatilidad en los mercados financieros provocada por el creciente miedo a que el impacto económico del coronavirus lleve a una recesión cuya duración e intensidad es una incógnita. La visibilidad sigue siendo muy limitada, al no ser posible todavía valorar ni cuantificar el escenario que nos puede dejar este nuevo enemigo mundial. Así mismo, es complicado determinar qué economías se verán más afectadas ni cuándo comenzará la recuperación hasta que no veamos cierta moderación en la curva de contagios.
Bajo estas condiciones, las principales instituciones monetarias mundiales, los bancos centrales, están lanzando y reforzando con carácter anticipado y urgente los paquetes de estímulo por importes más cuantiosos desde la crisis financiera de 2008. Así, el BCE, en la versión 2.0 del “Whatever it takes” de Mario Draghi, ha puesto en marcha un programa de compra de deuda pública y privada (Pandemic Emergency Purchase Program o PEPP) por 750.000 mln eur que se implementará durante 2020 pero que podría ampliarse en caso necesario, tanto en tamaño como en composición como en tiempo.
La Fed también actuó con contundencia al anunciar una batería de medidas que, en su conjunto, no tiene precedentes: 1) recorte de tipos de interés de 100 pb hasta mínimos de 0-0,25% con la intención de mantenerlos en mínimos mientras consideren necesario, 2) programa de compras de activos (QE) por un mínimo de 700.000 mln USD (500.000 mln USD Treasuries y 200.000 mln USD MBS) que elevará el balance de la Fed hasta 5 bln USD (anterior máximo 4,5 bln USD), 3) mejora líneas swap para que otros bancos centrales tengan suficiente liquidez en dólares, en un comunicado concertado con Banco de Japón, BCE, Banco de Suiza, Banco de Canadá y Banco de Inglaterra, que posteriormente se ha extendido a otros nueve bancos centrales (pero que no incluye al Banco Central de China) y 4) facilitará préstamos a la banca para que el crédito fluya a empresas y familias.
Bajo este escenario de fuerte volatilidad, las bolsas acumulan caídas superiores al 30%, e incluso del 40% en 2020. Unas caídas acompañadas con un altísimo aumento de volúmenes, lo que permite a los inversores invertir con la tranquilidad de tener contrapartida, un factor que en estos momentos de crisis está marcando la diferencia entre la renta variable y muchos activos de renta fija, que han sufrido en las últimas semanas una alarmante falta de compradores que han tenido que ser sustituidos, por ahora, por los bancos centrales.
Las caídas están siendo muy abultadas en los sectores más expuestos al ciclo y cuyas compañías están sufriendo las mayores restricciones a su normal funcionamiento. Así, las compañías más dependientes del turismo (hoteles, IAG, Amadeus), ciclo (Arcelor, Acerinox, Ence, Repsol) o banca, al quedar cada vez más patente que tendrán que convivir con un entorno de tipos “muy bajos” durante mucho tiempo y hacer frente a una fuerte caída de la actividad, registran el peor comportamiento. En el lado opuesto, sectores regulados, con mayor capacidad de generación de caja, compañías con mayor flexibilidad para adaptarse al entorno actual (consumos básicos garantizados) y con posiciones financieras más conservadoras deberían ser más demandadas y mostrar un mejor comportamiento relativo.
En cuanto a nuestra visión de mercado, el temor al impacto y duración del coronavirus en la economía global sigue siendo muy elevado y ha reducido contundentemente la visibilidad sobre el crecimiento económico. Prevemos que el entorno de fuerte volatilidad que ha dominado los mercados en el último mes se mantenga. Consideramos que dos son las claves para que los mercados se asienten. La primera, que el ritmo de contagios se vaya reduciendo y haya cierta sensación de control de su propagación (se consiga la tan buscada moderación de la curva) y, la segunda, que los inversores muestren confianza en que las medidas de apoyo aprobadas en tromba por los bancos centrales y gobiernos (de estos últimos, especialmente en Europa, se echa en falta una respuesta más contundente y coordinada) sean efectivas para reducir el elevado impacto del coronavirus a corto plazo y suavicen su impacto a medio plazo. Aunque las caídas pueden presentar algunas interesantes oportunidades de entrada, principalmente en valores con elevada generación de caja, liquidez y sólidos fundamentales, no descartamos que las dudas sobre la intensidad y duración de la esperada recesión provocada por el coronavirus podrían llegar a propiciar niveles todavía más atractivos que los actuales.