En la mañana del jueves pasado Iñigo Urkullu, lehendakari del Gobierno vasco, y Jorge Moragas, jefe del Gabinete del presidente Rajoy, fueron informados de que Puigdemont convocaría elecciones a las 13.30. Falso. Se echó atrás. Los contactos con amigos en el independentismo, como el presidente de Petronor, Emiliano López Atxurra, y el presidente de la Fundación Carulla, Joaquín Coello, se pensaba que iban a dar sus frutos. Pero Puigdemont quería impunidad, que los jueces se retiraran de la persecución de sus delitos. Y eso ni puede ni debe intentarlo un presidente del Gobierno. Ayer lunes Puigdemont vagaba por Bruselas por si eso del asilo político iba en serio. Cosas de perder el oremus.