Una de las claves del éxito electoral de Vox en Cataluña, además de su clara apuesta por la unidad de España, ha sido la de tratar de la inmigración sin tabúes y centrarse en los ‘menas’ y las ayudas institucionales a los ‘exmenas’. Pero también Vox se ha referido a la necesidad de abrir los comercios y de reducir o eliminar las restricciones para impedir que los pequeños negocios quiebren, a la vez que denuncia que el Estado siga cobrando impuestos a quienes tienen un bar cerrado, como se ponía de manifiesto hace unas fechas en un interesante artículo publicado en El Confidencial.

Por supuesto, Vox no ha dejado de lado los llamados chiringuitos ‘indepes’, fuente de lucro para los adictos al régimen nacionalista. Si a todo lo anterior se une que ha sido atacado brutalmente, verbal y en lo físico, se le ha visibilizado como una fuerza política valiente que se la quiere acallar porque dice la verdad.

Como marco general del discurso de Vox, y en menor medida de otras fuerzas, ha insistido en que es muy alto el riesgo que corre España con Sánchez e Iglesias en el Gobierno, apoyados nada menos que por ERC y Bildu, y lo que supone de ruptura de la democracia española.