En esta ocasión, analizaremos tres realidades vistas con visiones distintas, pero que evidencian una sola en cada una de ellas.
La primera trata de daños horribles ambientales, con la son la extracción de oro y el transporte de carburantes en la Amazonia. El aumento de la minería ilegal en la región amazónica, en países como Colombia y Perú y sobre todo en Venezuela, con el uso de mercurio en la extracción del oro supone un grave problema para las comunidades que viven en la cuenca, pues la dieta principal de los pueblos indígenas es el pescado.
Indica la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica en su informe Análisis de Diagnóstico Transfronterizo Regional de la Cuenca Amazónica de 2018, que de 100.000 a 200.000 personas se dedican a esta actividad en Colombia y también en Perú, cifra que se dobla en el caso de Brasil.
La otra realidad para esos centenares de miles de personas y sus familiares es que no tienen otra alternativa para sobrevivir y trabajar. Para ellos los daños ambientales son complementarios. Sin embargo, esa realidad no les impide prevenir y proteger la Naturaleza.
Otro tema es la leyenda de la mitificada revolución rusa y de su líder. El Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, nos ofrece una obra colectiva de investigación acera de la biografía de Lenin, cuyo título es Lenin. El inventor del totalitarismo. Con ella, se verifica la honrosa tarea de consolidar, para desmemoria de una comunidad académica izquierdista y de numerosos liberales que han contemporizado o se han desmarcado de una realidad, que Lenin fue un impulsor del totalitarismo socialista, un mal absoluto.
Con la abdicación del zar en febrero y del sucesor, su hermano, el 2 de marzo de 1917 se formó el Gobierno Provisional que se comprometió a llevar a cabo elecciones para una Asamblea Constituyente. El 20 de julio de 1917, ese gobierno emitió un decreto que otorgaba el derecho al voto a las mujeres de 20 años. La idea de los socialistas moderados (eseristas y mencheviques) se concretaba:
“No es socialista quien incita al proletariado a conseguir sus últimos objetivos sin haber antes pasado por la democracia, que le permitirá hacerse poderoso. […]Concretamente: república democrática, sufragio universal, expropiación sin indemnización de las propiedades de los terratenientes, jornada de ocho horas, seguro social para los trabajadores, restablecimiento de las libertades democráticas, derecho de las nacionalidades, lucha en favor de la paz…”.
Las principales consecuencias del golpe militar ultraderechista de agosto de 1917 fueron dramáticas, la debilidad final del gobierno, el refuerzo de la Guardia Roja como principal defensa de la revolución. Al final, se aprobó una nueva fecha para la votación de la Asamblea Constituyente para el 12 de noviembre y la primera sesión el 28 de noviembre. Entre la finalización de las listas de candidatos y las elecciones, estalló la Revolución bolchevique de Octubre. Un nuevo gobierno soviético se hizo cargo del país, el Consejo de Comisarios del Pueblo.
Las elecciones, en plena guerra mundial, con millones de soldados desplazados en los frentes, la hambruna por las malas cosechas y una economía colapsada, fueron la primera y la más grande organizada en su historia. A pesar de la agitación social bolchevique, unos 47 millones de votantes ejercieron su derecho al voto, con una participación nacional de alrededor del 64 %. En 220 ciudades, con una población combinada de siete millones, tuvieron una participación electoral del 58% y en las provincias agrarias, la participación osciló entre el 62 y el 80%. El tema central fue la reforma agraria, es decir la expropiación sin indemnización de las propiedades a los terratenientes.
El Partido Social-Revolucionario obtuvo 419 escaños, con 17.943.000 de votos, y el 41,0 % de votos. La mayoría eran de derechas y se sentían seguros de sus mayorías electorales, pese a la escisión del sector de izquierdas alineado con Lenin. El voto eserista estuvo concentrado en la zona agrícola central y de Siberia. Pero en las papeletas que se introdujeron en las urnas no se distinguió entre eseristas de izquierda, que apoyaban a los bolcheviques, y eseristas de derecha, que abominaban de los bolcheviques. Lenin argumentó que la victoria de los eseristas era un fraude al comparecer a las urnas como partido único cuando en realidad estaba escindido y el electorado no sabía esas disputas internas.
Los bolcheviques del Partido Laborista Socialdemócrata Ruso y su líder supremo perdieron las elecciones, obtuvieron 10.661.000 de votos, con 168 escaños y un 23,5 % de votos (208 escaños sumando los 40 escaños de los socialistas revolucionarios de izquierda que se le unieron). Estos votos procedían mayoritariamente de los soldados y obreros de los centros del norte industrial. En Petrogrado y Moscú obtuvieron la mayoría (un 45% y un 48% de los votos, respectivamente); pero en el sur agrícola, apenas ningún voto.
Mientras los partidos burgueses (Kadetes, etc.) 4.600.000 de votos y 13%, y los nacionalistas ucranianos, 3,5 millones y 81 diputados. Los kadetes del PDC fueron acusados por los bolcheviques, y docenas de sus dirigentes fueron detenidos y algunos fueron asesinados, incluyendo a delegados de la Asamblea Constituyente.
Lenin y los bolcheviques perdieron las elecciones con su campaña por el pan, la paz y un gobierno de los soviets. Tras el resultado Lenin tachó a la Asamblea Constituyente de «broma liberal «. Para Lenin, la Asamblea carecía de legitimidad porque en ella «habían penetrado los contrarrevolucionarios«. Tras su humillante derrota, Lenin decidió pactar con el ala izquierda de los eseritas, con lo cual se aseguró la mayoría en el Congreso, al estar presentes solo 400 diputados. Con la estrategia ya fijada para anular la Asamblea, convocó la primera sesión para el 5 de enero y preparó para tres días después el III Congreso de los Sóviets.
Ese día, 5 de enero, los bolcheviques trataron de impedir el funcionamiento normal mediante una moción que proponía limitar sus competencias y al perder la votación se retiraron. Los guardias, bolcheviques, interrumpían los debates y amenazaban con sus fusiles a los diputados. El Comité Ejecutivo Central había decretado la disolución de la Asamblea y lo comunicó mediante el Pravda.
La disolución de la Asamblea Constituyente fue, en muchos sentidos, más relevante para el futuro de Rusia que el golpe de octubre, pues después del 5 de enero ya no podía haber dudas acerca de las intenciones bolcheviques, solo ellos eran ‘el pueblo’. Este hecho dio origen a la guerra civil rusa de 1918 a 1922, que causó siete millones de víctimas, en multitud de luchas del Ejército Rojo, Ejercito Blanco, Ejército Verde, Ejército Negro, las Guardias Negras, y señores de la guerra o «atamanes».
El 8 de enero, Lenin inauguró su parlamento: el III Congreso de los Sóviets de todas las Rusias, y el 25 de enero se adoptó el nombre de República Soviética de Rusia para el nuevo Estado. La nula resistencia política ante el clima de violencia reforzó la seguridad de los bolcheviques en el uso de la fuerza contra sus enemigos.
En 1918 todos los partidos políticos fueron prohibidos, así como la libertad religiosa. El 16 de julio los bolcheviques enviaron un telegrama a Moscú pidiendo permiso para ejecutar al Nicolás II y familiares. Llegó la respuesta afirmativa, y el 17 de julio, fueron conducidos a una habitación en un semisótano donde, el hombre de confianza de Lenin encargado de la custodia, disparó al pecho de san Nicolás II y luego a la cabeza de Alexis. El resto de hombres armados disparó, luego fueron rematados con las bayonetas. Al amanecer los cadáveres fueron desfigurados con fuego y ácido antes de enterrarlos.
Un ejemplo cotidiano se significa el 29 de enero de 1920, después de las huelgas de los ferroviarios en el Ural, Lenin telegrafió a los responsables: «Estoy asombrado de que no procedáis a ejecuciones masiva por sabotaje». «Hay que dar ejemplo. 1) Colgar a no menos de 100 kulaks. 2) Publicar sus nombres. 3) Apoderarse de todo su grano. 4) Identificar a los rehenes como lo hemos indicado en nuestro telegrama de ayer. Vuestro. Lenin«.
En el año 1921 en la pequeña isla de Kotlin, a unos treinta kilómetros de la desembocadura del río Neva, la situación era explosiva. Soldados de la guarnición, tripulaciones y obreros con sus familias sumaban cerca de 80.000 personas y tras la caída del zar, la ciudad fue un bastión de los soviets. Los marineros de Kronstadt el 28 de febrero, redactan una resolución con quince exigencias. Incluyen elecciones libres a los sóviets, la restitución de libertades civiles, libertad de comercio y la liberación de los presos socialistas y anarquistas. El 18 de marzo, se da por sofocada la rebelión en un baño de sangre.
La complacencia hacia el comunismo nos debería avergonzar. Baste recordar la reacción de ciertos «destacados intelectuales«, a raíz de la visita de Alexandr Solzenitsyn a España en 1981. Ahora tenemos un claro ejemplo en miembros del actual gobierno de España, que se declaran admiradores de Lenin. Así, Lenin, y su sangriento sucesor, Stalin crearon una organización criminal que gobernó la Unión Soviética.
La tercera, es una realidad virtual, que el ex presidente Rajoy era una fábrica de independentistas catalanes y vascos. Las elecciones del 14F supusieron un triunfo para el independentismo catalán, que incrementó su mayoría parlamentaria a los 74 escaños y superó por primera vez el 51% de los votos. Una vez más, la dimensión emocional sobre la independencia fomentada por todos los medios de comunicación catalanes públicos y privados, dominó las elecciones.
Mientras los partidos constitucionalistas no se sumen en una estrategia común de fortalecimiento de los valores constitucionales democráticos en Cataluña en la educación, la cultura, las instituciones públicas y privadas, las universidades, los medios privados y públicos, los golpistas y sus seguidores seguirán gobernando ese territorio español y la sociedad española puede llegar a normalizar una situación deplorable.