Cuidadores de la casa común en Málaga - Carlos Ramírez Sánchez-Maroto. Doctor en Derecho Ambiental. Revisor Experto de la ONU (2020/2022) - El Sol Digital
Cuidadores de la casa común en Málaga – Carlos Ramírez Sánchez-Maroto. Doctor en Derecho Ambiental. Revisor Experto de la ONU (2020/2022)

Cuidadores de la casa común en Málaga – Carlos Ramírez Sánchez-Maroto. Doctor en Derecho Ambiental. Revisor Experto de la ONU (2020/2022)

Un grupo de ciudadanos malagueños empezamos en el mes de junio, en el barrio de Teatinos de la capital, una aventura de esperanza, participar en unas jornadas teórico-prácticas, de varios meses, a cristianos de base acerca del cuidado de la naturaleza siguiendo el criterio de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y la encíclica Laudatio Si.

Es muy sencillo. El respeto por el medio ambiente es una manifestación de nuestro amor hacia Dios y hacia el prójimo, pues se honra a Dios cuidando lo que Él ha creado y se respeta al prójimo al no destruir el patrimonio ambiental común.

La Biblia nos dice que Dios en el momento de la creación definió tres relaciones fundamentales, la primera es la del ser humano con Dios, ya que estamos hechos a su imagen y semejanza (Génesis 1:26), la segunda es entre nosotros, ya que la raza humana fue plural desde el principio (Génesis 1:27), y la tercera, nuestra relación con nuestra buena tierra y sus criaturas, sobre las cuales nos dio dominio (Génesis 1:28-30).

¿Tenemos los cristianos de hoy en día algo distintivo para aportar al debate ecológico? Sí. Creemos que Dios creó la tierra y la encomendó al cuidado del hombre (Génesis 1).

Podemos como cristianos aprender a pensar y a actuar con sentido ecológico en todo ámbito de nuestra vida, reducir el derroche, la polución y la contaminación, debemos ser pioneros en el cuidado de la humanidad y el medio ambiente, tenemos la responsabilidad cristiana de dar el ejemplo y reanimar el corazón de la ética del Evangelio.

¿Cuál debería ser nuestra actitud para con el medio ambiente? Hay dos declaraciones bíblicas fundamentales, «Del Señor es la Tierra» (Salmo 24:1-a), y «A la humanidad el Señor le ha dado la Tierra» (Salmo 115:16-b).

La Tierra le pertenece a Dios porque Él la creó, y nos pertenece a nosotros porque nos la delegó.

¿Cuál debería ser nuestra actitud para con el medio ambiente? Un extremo podría ser deificar a la naturaleza, este es el error en el que caen los panteístas, que piensan que la creación es Dios, o los animistas, o los de la Nueva Era, que atribuyen a la naturaleza mecanismos de autorregulación y autoperpetuación. Otro extremo sería el de la explotación sin más de la naturaleza. En este caso no estaríamos tratando a la Tierra como si fuera Dios, sino como si nosotros mismos fuéramos dioses.

Dios nos ha entregado el medio ambiente para ejercer una dominación responsable y no una dominación destructiva. Dios se humilló a sí mismo al relacionarse con nosotros los hombres y como un acto de amor y confianza nos comisionó el cuidado de su creación, dejando en nuestras manos la Tierra, «para que la cultiváramos y la cuidáramos» (Génesis  2:15).
La Doctrina Social de la Iglesia nos remite a la responsabilidad por el cuidado de la naturaleza a partir del destino universal de los bienes y de la responsabilidad que tenemos los unos sobre los otros.

La responsabilidad humana en la Creación es el cuidado de la casa común y de la familia humana que la habitamos, dos dimensiones inseparables de la misma realidad, que se concreta y expresa en la tarea del cuidado de la vida.

Nos recuerda la DSI que Dios creó un mundo para la vida y en él coloca al ser humano, que debe cuidarla, cultivarla, respetarla, hacerla fructificar con su trabajo, haciéndola casa habitable para todos, para la presente generación y para las futuras.

La DSI considera que el problema ecológico es ante todo un problema antropológico, en el sentido de que en su raíz existe un grave error en la orientación de la vida del ser humano.

La ecología ambiental y la ecología social son inseparables

No disponemos todavía de la cultura necesaria, sobre todo por las dificultades que representa el estilo de vida que predomina en nuestro mundo, individualista, productivista y consumista. Todos y cada uno tenemos la ineludible responsabilidad de orientar nuestra vida de forma que respetemos la naturaleza como bien de todos.

Necesitamos colaborar a que nuestra sociedad tenga como criterio fundamental en su funcionamiento el cuidado de la casa común y de la familia humana que la habitamos, y la promoción de la responsabilidad de todos cuidando la naturaleza.

¿Qué conciencia vemos que existe en nuestra familia de la responsabilidad que tenemos en el cuidado de la naturaleza?, ¿en qué consideramos que necesitamos crecer o cambiar? Custodiar la casa común significa construir una “cultura del cuidado” de la Creación.

¿Qué tipo de mundo queremos dejar a los que vendrán después de nosotros?’ (Laudatio Si’, 160). El Papa Francisco, el 24 de mayo de 2015, aprobó la Encíclica “Laudatio Si, Sobre el cuidado de la casa común”, retomando las palabras de San Juan Pablo II: “los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe”.

Para el Concilio Vaticano II, la dignidad del ser humano reside en haber sido creado a imagen y semejanza del Dios creador, para “gobernar al mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y todo cuanto en ella se contiene, y así orientar a Dios la propia persona y el universo entero” (GS, No. 34).

La dignidad del ser humano no reside únicamente en una condición ontológica de privilegio, sino también, y de manera especial, en la responsabilidad social del ser humano de ayudar a conducir el mundo hacia el fin para el cual ha sido creado.

San Juan Pablo II desarrollará su reflexión sobre la cuestión ecológica. En ella se nos recuerda que La responsabilidad del ser humano sobre la creación debe estar mediada por la justicia y la caridad. Se trata de un desarrollo social guiado por principios morales, en donde el trabajo humano adquiere un nuevo sentido y una especial importancia.

Sobre la cuestión ecológica concluye proponiendo algunas vías de solución, de que “la protección del medio ambiente no es sólo una cuestión técnica, sino también y sobre todo una cuestión ética” (Ecc. As., No. 41). En múltiples y diversas ocasiones, se ha ocupado de la ecología, o mejor, como él mismo lo llama, de la “cuestión ecológica”.

Para Juan Pablo II la ecología interesa en cuanto se refiere a la manera como el hombre se relaciona con el medio natural y social en el que habita y del cual es responsable. Su principal interés es explicar, desde una perspectiva cristiana, el sentido del señorío del hombre sobre la naturaleza.

En la carta encíclica Sollicitudo rei socialis (1987) Juan Pablo II retoma la referencia al texto bíblico (Gn. 1-3) en donde el hombre “es colocado en el jardín para cultivarlo y custodiarlo, por encima de todos los demás seres. Pero al mismo tiempo el hombre debe someterse a la voluntad de Dios, que le pone límites en el uso y dominio de las cosas”. Según esta enseñanza, el desarrollo (económico y social) se debe subordinar a la semejanza divina del hombre y a su vocación a la inmortalidad. (SRS, No. 29)

En el mensaje “Paz con Dios creador, paz con toda la creación”, de 1990, inicia su reflexión recordando las páginas del Génesis 1-3 en donde el hombre, al alejarse del designio de Dios creador, provoca un desorden que repercute inevitablemente en el resto de la creación. Si el hombre no está en paz con Dios, la tierra misma tampoco está en paz.

En la carta encíclica Evangelium vitae (1995) el papa Juan Pablo II, desde una reflexión bíblica, llama la atención sobre la necesidad de prestar una mayor atención a la cuestión ecológica desde el punto de vista ético del respeto a la vida.

Porque “el hombre, llamado a cultivar y custodiar el jardín del mundo (Gn. 2,15), tiene una responsabilidad específica sobre el ambiente de vida, o sea, sobre la creación que Dios puso al servicio de su dignidad personal, de su vida: respecto no sólo al presente, sino también a las generaciones futuras” (EV, No. 42).

El Papa Francisco, el 24 de mayo de 2015, aprobó la Encíclica “Laudatio Si, Sobre el cuidado de la casa común”, retomando las palabras de San Juan Pablo II “los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe”. El núcleo de la propuesta de la Encíclica es una ecología integral como nuevo paradigma de justicia, que una al ser humano con la realidad que lo rodea.

El examen de conciencia individual deberá, así, incluir una nueva dimensión, considerando no sólo cómo se vive la comunión con Dios, con los otros y con uno mismo, sino también con la Naturaleza.

Un buen inicio en lo ético es cumplir con un enfoque de la economía circular en la gestión del agua es a través de las “5Rs”: reducir, reutilizar, reciclar, recuperar y restituir. Se debe añadir una sexta R: la r de Regenerar. Barcelona es la primera ciudad española que instala pavimento de energía solar. ¿Y Málaga?

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