Señor Guijarro, me sorprende un comienzo tan abrupto de respuesta al señor González Herrera, desde la primera línea le ataca, sin más preámbulos. Él fue respetuoso con usted, usted no lo es con él. No le reprocho la elección del terreno de juego, es la suya, pero siempre he creído, y creo, que las descalificaciones no son los mejores argumentos en el debate, ni en el científico ni en cualquier otro que se pretenda racional y útil.
Le achaca sacar de contexto la cita de Lane, y resulta que usted interpreta a este gran autor, a su manera, claro, y dice que es “prácticamente imposible” (es decir, no imposible) encontrar “algo así”, expresión esta harto genérica, como un fósil que muestre cómo se formaron las primeras células eucariotas. La riqueza argumentativa de Lane[1] la jibariza hasta hacerla irreconocible. Buen comienzo.
Pero me refería inmediatamente antes a sus innecesarias salidas de tono, y es que en tres folios y medio dispara 12 veces con expresiones burlescas, ofensivas, despectivas (“aspectos ornitológicos de la concepción de Jesús”, “que se informe” -coño, le ha faltado escribir entre exclamaciones cual golpista en el hemiciclo), “si uno siente la imperiosa necesidad sicológica”, “empecinamiento”, etc. ¿Cree que este proceder es el más correcto? Sinceramente, me apena.
Los lectores habríamos agradecido citas bibliográficas de su “poderosa” argumentación, alguna al menos, referencias concretas a artículos científicos, ya sabe… y nada de esto nos ofrece usted, señor Guijarro, nos deja huérfanos de todo rigor científico desde supuestas posiciones científicas. Y es que se advierten prejuicios acerca de la religión en general y, sobre todo y sin decirlo, nos exige mucha fe en lo que escribe, aunque no lo pruebe. Todo en orden.
“Que no podamos de momento encontrar pruebas físicas… (o reproducir el proceso en laboratorio) no significa que carezcamos de pruebas… No sabemos exactamente cómo… “. Si no tiene pruebas, ni puede reproducir en laboratorio, ni sabe exactamente cómo…. ¿cómo se atreve a afirmar o negar cualquier argumento ajeno? Se adentra en el mundo de las conjeturas y le exige a los demás aquello que usted no tiene. Ejemplar.
Inmediatamente después, reconoce que aunque Lane no se refiere exactamente a ello en el fragmento citado, “el paso de unicelulares a pluricelulares probablemente ocurrió (…)”, entonces, sino se refiere “exactamente”, a ello ¿por qué sí se refiere usted?, no anteponga a Lane, vaya usted de frente. Una prueba más de la nebulosa de incertidumbres que rodean su texto.
Ítem más. Según usted, la teoría de la evolución sí da cuenta hoy “con razonable precisión y detalle” del paso de bacterias a pluricelulares. Está visto que lo de “razonable precisión” le sirve muy mucho, tanto como usted quiera, pero no lo prueba, algo que exige el método científico que escamotea.
Pues sí, señor Guijarro, me parece increíble que desde supuestas posiciones científicas se ponga tanto ardor en que la naturaleza funciona en muchos aspectos al azar, sobre todo si no se especifica ese “científico” azar, que más parece producto del pensamiento mágico del que abusa. Sin embargo, critica, también sin prueba alguna, para no alarmarnos, que “en el principio fue el verbo”. Como usted sabe, sería Verbo, porque no nos referimos a la palabra que expresa acciones, procesos… sino al ser subsistente al que se refiere, entre otros textos, Juan 1,1: “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”.
Eso sí, le agradecemos que no entre en la credibilidad de los “digamos, aspectos ornitológicos de la concepción de Jesús”, burla que como boomerang puede aplicarse a tanto listillo, sedicentemente aficionado a la ciencia y que engrosa la sucesión interminable de prepotentes y soberbios que se alejan como diminutos puntos en el universo de los científicos que no se enredan en descalificaciones al prójimo.
Suma y sigue. Me parece atrevido que de un experimento, el de Richard Lensky que cita, y que continua en curso, pueda extraer conclusiones antes de que haya finalizado, muy científico también. Bravo, se está superando. Le agradecemos, debo decírselo también, que se haya abstenido de describir dicho experimento, lo que nos ahorra nuevos comentarios.
Sí le admito la “imperiosa necesidad sicológica” de salvar la idea de un Dios creador, me reconocerá que de parecida “necesidad sicológica” hace gala usted, pero en sentido contrario, cosas de la autonomía de la voluntad, y de la libertad, no se olvide de ella, estimado señor Guijarro. Y es que el empleo de unos términos u otros en cualquier defensa de una tesis descubre el ánimo del autor de la misma, y su repetido empleo de términos ofensivos, quizás a falta de mejores argumentos, solapa por entero cualquier atisbo de otro orden, científico, por ejemplo. Es el caso de “empecinamiento” y “una excesiva influencia del pensamiento platónico”. ¿Quién le ha dicho a usted que el señor González Herrera no ha oído hablar de la secuenciación del ADN?, ¿por qué con tan mala fe le achaca esta ignorancia?, y añade que no se ha enterado de por dónde discurre la taxonomía actual. Es como si le pregunto, ¿qué hecho de su infancia le marcó de por vida con ese odio que derrama?…, y así. Eso de que “al menos estará usted al tanto (…)” es una nueva concesión a su talante, por si quedara ya alguna duda.
Que la teoría de la evolución no suponga ningún problema para la religión, la católica, por ejemplo, como sostenemos los creyentes de esta fe, a usted le incomoda, parece que quiere un tremendo esfuerzo de nuestra parte, y acaso sufrimiento, ¿por qué, señor Guijarro?, ¿por qué le molestamos tanto?
Otra precisión. La evolución biológica no puede “pretender”, los fenómenos no pretenden, se producen, suceden, se lo digo por sus disquisiciones acerca de las especies, los reinos, etc., por si le ayuda a precisar más su verbo, esta vez sí, en minúscula.
Sin embargo, lo verdaderamente importante es que, aunque lo ignore, en la cosmología científica actual hay distintas corrientes, no todos los cosmólogos, y otros científicos desde disciplinas conexas, piensan igual ni sostienen unánimemente que el universo surgió de la nada, como usted pretende sin ninguna prueba consistente. Hay cosmólogos muy dispares, desde Christian Wolff hasta el mismo Einstein, o De Sitter, Hubble, Lemaitre (por cierto, sacerdote, como otros muchos) o George Ellis. Hay que estudiar sociología de la ciencia y la naturaleza última del universo para saber de qué estamos hablando, señor Guijarro. La ciencia, a día de hoy, y siempre, no ha sido ni será total ni definitiva, y no existe una teoría unitaria que vincule relatividad y mecánica cuántica, algo clave para el asunto del que debatimos. ¿Por qué lo da usted, señor Guijarro, todo por resuelto con tan gran suficiencia personal? Hay distintos modelos cosmológicos, entiéndalo bien, no un único modelo, por mucho que el totalitarismo pseudocientífico se empeñe.
El teorema de la singularidad espacio-temporal, plenamente aceptado en la física desde que en 2003 Borde, Guth y Vilenkin demostraron que se cumplía incluso en la hipótesis cuántica multiverso es de mucha ayuda para todos los realmente interesados en la búsqueda de la verdad. Desde Tomás de Aquino hasta hoy, mañana y pasado, el hombre sigue descubriendo a Dios. Y es que postular no es probar, y Stephen Hawking postulaba un modelo multiverso en 11 dimensiones para hacer innecesario a Dios. No lo logró, claro. El argumento de Hawking es que podemos plantear que el universo en su conjunto es subsistente si es que lo hacemos depender de otro ser (la quinta dimensión). Y esto es contradictorio en sí, y absurdo, porque ya no sería subsistente.
Vuelve a incurrir en el mismo error antes señalado cuando remacha que la teoría de la evolución biológica goza actualmente de general aceptación, sí, y también hay variantes científicas del tronco principal, y muchos matices, muchos, señor Guijarro. Más. Comparar la teoría de la evolución con la heliocéntrica del siglo XVI, en el siglo XXI, es hacer trampas, pero trampas malas, de tahúr, señor Guijarro. Con los ojos del presente no vea el pasado, por favor, sería una práctica como las de esos derriba estatuas de algunos países hispanoamericanos o de los mismos EEUU, y sus clones españoles podemitas. ¿Me comprende ahora mejor? Seguro que sí.
No sabe lo contentos, de verdad, que nos ponemos todos los creyentes cuando nos dice que usted es un firme partidario de la libertad de credos. Por un momento pensamos, leído lo leído, que peligrábamos, pero ya volvemos a la calma. Eso sí, señor Guijarro, no hay ninguna “irracionalidad” en la idea de Dios que usted somete a su horma, y eso de que “cada cual organiza su estabilidad psicológica como puede”, coincido, y sabemos que usted hace lo mismo.
Unas últimas reflexiones. Usted ha elegido el tablero de esta partida, así que no se queje del eco de sus palabras tan poco amables. Una condición que ha acompañado a los hombres en general es creer que los demás tienen las mismas manchas de uno, solo que no las reconocen como propias, las ven reflejadas en aquellos a los que tachan de tendenciosos, sectarios, maledicentes, dogmáticos… El batiburrillo “científico” que arman, como en este caso, les sirve durante un tiempo para despistar, pero no mucho, la verdad.
¡Ah, una cosa!, ¿quiere que le transcriba una relación, no exhaustiva, desde luego, de científicos creyentes en Dios que no saben menos que usted? Solo tiene que decírmelo. ¿O una relación de las que parecían verdades y que después conocimos que eran fraudes “científicos”? Con mucho gusto puedo facilitársela. Le recomiendo un libro para su viaje interior[2] y dejo los qualia, que cita, para mejor ocasión. Sabrá entenderlo. Un afectuoso saludo.
[1] Lane Craig, William.- Reasonable Faith: Christian Truth and Apologetics.- Ed. Crossword Books.- Wheaton.- 2008.
[2] Denton, Michael.- Nature´s Destiny: How the Laws of Biology Reveal Purpose in the Universe.- Ed. The Free Press.- New York.- 1998.