El maestro Ciruela no sabía leer y puso escuela. Eso parece que hace Alberto Núñez Feijóo, que se permite dar consejos supuestamente de centro a Pablo Casado, su presidente nacional, tras la debacle de las generales, cuando él no podrá gobernar ninguna de las siete ciudades más importantes de Galicia. Pero es que las elecciones generales ya habían debilitado al PP gallego, que cedió a PSOE su hegemonía de nada menos que cuatro décadas como partido más votado en la Comunidad, y no satisfecho con estos resultados, en las pasadas municipales solo evitó por la mínima el desastre frente a PSOE. En las municipales de 2015 perdió gracias a las “mareas” las alcaldías de Santiago de Compostela, La Coruña y Ferrol y ahora, hace unas semanas, se ha quedado lejos de estas tres ciudadelas y, además, pierde Orense. ¿Qué lecciones puede dar quién no se atrevió en las primarias, tras la salida de Rajoy, a dar un paso al frente si, para más inri, se desangra en votos en generales y municipales? Eso sí, implanta en la Comunidad que hay que hablar gallego para ser funcionario; si Fraga viviera, lo echaba a la calle de un puntapié por su comportamiento político como un nacionalista más.
Casado ha negado a sus barones que haya sido un giro al centro lo que ha funcionado en las autonómicas y municipales -una mejora de 700.000 papeletas respecto a las generales-. Y es que los “marianistas” y “sorayos” le acusan de “descentrarse” para frenar a Vox. Casado niega que se haya producido viraje alguno y respecto a Vox marca, como parece lógico, que la única línea roja sea la Constitución. Pero los que han practicado la sumisión ideológica a la izquierda, como el susodicho presidente gallego o como José María Lasalle, que dice que no se reconoce en este PP -de 2016 hasta junio de 2018 asumió la secretaría de Estado de la Sociedad de la Información y Agenda Digital y ahora no tiene cargo- mejor harían en callarse antes de hacerle el juego a los enemigos de su partido, con los que coinciden echándole la culpa del hundimiento del Titanic a todo lo que no sea derechita cobarde, sin emplear sus armas con los independentistas que quieren acabar con España. De ahí también que estos adversarios de Casado detesten a Cayetana Álvarez de Toledo, la única diputada del PP en Cataluña, una valiente luchadora por las libertades en aquella región, en la que Rajoy no se atrevió a intervenir la TV3, el aparato de propaganda de los golpistas, ni a desarmar a los mozos, la fuerza que favoreció el 1-O.
Más le valdría a Alberto Núñez Feijóo aplicarse en las elecciones autonómicas de 2020 en la Comunidad que ahora gobierna, y ponerse a trabajar ahora mismo, no sea que también la pierda. Ahora cuenta con una holgada mayoría absoluta en la Xunta, ¿y el año que viene?, ¿quién tendría la culpa sino él? Quizá sean sus miedos -y sus amistades peligrosas- los que le llevan a ninguna parte.