Los pasos dados por Felipe VI en defensa de la democracia española -y el mayor, sin duda, es la defensa de ésta frente a los golpistas catalanes con un discurso valiente que el Gobierno de Rajoy no se atrevió a practicar- es solo un ejemplo de los muchos que podrían esgrimirse para mostrar la conveniencia de la democracia frente a la República que, en la última ocasión en que se estableció en España terminó en una guerra civil. Por si fuera poco, la Monarquía es parte inseparable de la Constitución española, votada por la mayoría de los ciudadanos en 1978. Pero, dicho esto, las informaciones que vamos conociendo acerca del Rey Emérito no es que sean preocupantes, es que son demoledoras para su egregia persona y, lo que es más importante, para la institución de la Jefatura del Estado, con grave preocupación de su hijo, de trayectoria intachable. No obstante lo anterior, la presunción de inocencia debe respetarse hasta el pronunciamiento de los tribunales.
Se espera que, a finales de agosto, el fiscal del Tribunal Supremo, Juan Ignacio Campos, concluirá la investigación que mantiene abierta y decidirá si propone, o no, abrir una causa penal contra Juan Carlos I. Pero antes, el Emérito podría ser citado a declarar como testigo en la causa abierta en un juzgado de Ginebra sobre la donación de 64,8 millones de euros a Corinna Larssen.
El Gobierno de socialistas y comunistas, por boca de su presidente, Pedro Sánchez, con una gestión de la pandemia de más de 30.000 muertos, aunque se oculte la cifra real, dice que estas noticias sobre el ex Rey son “inquietantes y perturbadoras”, refiriéndose, claro, a las supuestas comisiones ilegales percibidas por la concesión del AVE a la Meca.
Digámoslo de una vez, alto y con pocas palabras, el Rey Emérito -que ha prestado innegables y numerosos servicios a España, y no solo el 23-F– ha tenido demasiados escándalos personales que han terminado por emborronar su figura y proporcionan munición a los enemigos de la Monarquía en la democracia española. Es triste decirlo, pero qué buen vasallo si hubiera buen señor. No se le hace un buen servicio a España ocultando la basura bajo la alfombra, sino barriendo con energía la que hubiera para la limpieza de la casa. Atacar a los contrarios y mirar para otra parte con los presuntos nuestros no solo es hipócrita, es que no sirve de nada y nos incapacita para el ejercicio de la higiene política que tanto necesita España.
El gran servicio que puede prestar ahora don Juan Carlos I a los españoles es afrontar sus responsabilidades judiciales, si las hubiera, y facilitar a su hijo, como mejor se considere, la ingente labor que tiene por delante con una región que se quiere separar de España y con los antisistema sentados en el Consejo de Ministros. Ya pidió perdón una vez tras el episodio de Botswana, otra vez no sería creíble y la causa, además, podría ser mucho más grave.