Es difícil en pocas líneas dar cuenta de los innumerables despropósitos de este Gobierno en tan poco tiempo. Pero cuando se trata de la salud de los españoles, puesta en peligro por el coronavirus, deberíamos someter la actividad gubernamental al microscopio.
La gestión de la crisis del coronavirus por parte del Ejecutivo español deja mucho, muchísimo, que desear y está basada en buena parte en criterios de conveniencia política, aun cuando represente un coste altísimo en todos los órdenes para el país. El estado de alarma llega muy tarde, el espíritu dubitativo y temblón del gabinete que preside Sánchez lo ha retrasado sin justificación alguna, y que el vicepresidente Iglesias asistiese el sábado pasado al Consejo de Ministros -cosa que no hizo una ministra-, se saltase la cuarentena y se escude en sus acostumbrados embustes es un hecho gravísimo frente a la reclusión obligada de millones de españoles. El marqués de Galapagar, sin duda, se cree más que nadie pero jamás ha dado ejemplo de nada.
Las manifestaciones de las feministas extremas del domingo 8-M se está revelando que fue un foco de contagio, como han demostrado los positivos de Irene Montero, Begoña Gómez (la esposa del presidente Sánchez), la ministra Carolina Darias y muchas más. Pero el Gobierno sigue sin reconocerlo. El hecho de que el gabinete animara estas manifestaciones, sin tener en consideración el peligro real de contagio entre las asistentes -que después sí ha reconocido ya para toda la población en cualquier caso de concentración humana-, revela falta de escrúpulos dando prioridad a este movimiento -que arremete in situ contra Cs y a distancia contra PP- que teledirige, y que un día se volverá contra él, mirando para otra parte en cuanto a su potencial peligro sanitario. El New York Times puso de manifiesto la irresponsabilidad del Gobierno en este sentido, y eso que se trata de un medio “progresista” afín al Partido Demócrata estadounidense. En parecido sentido se ha expresado, Miguel Hernán, epidemiólogo de Harvard, que asegura que “se ha desperdiciado un mes”.
En lo que se refiere a la oposición, el PP ni está ni se le espera, pese a los ataques que este partido tuvo que soportar con las crisis del Prestige y el ébola o el 11-M. Ya se sabía que la formación de centroderecha huye de elevar la voz aunque se trate de asuntos que afectan al interés general. Allá él, ya le nacieron partidos a su derecha e izquierda y si se empeña puede seguir perdiendo, incluso, más votos.
Pero la pandemia también ha revelado dos problemas, uno interno y otro exterior. El interno es que los nacionalistas vascos y catalanes han aprovechado el momento para reivindicar su autonomía más allá de las leyes, desafiando nuevamente el ordenamiento constitucional. Naturalmente, no se espera que Sánchez reponga la legalidad, pero revelan estos pronunciamientos la catadura moral y el peligro político de la “fauna” independentista.
En lo exterior, la OMS, una vez más, no ha estado a la altura de las circunstancias y ha tardado demasiado en dar la calificación de pandemia a la extensión del COVID-19. La UE también vuelve a estar por debajo de las expectativas de los ciudadanos al no articular mecanismos rápidos, realistas, contundentes y eficaces ante la extensión del virus en el continente europeo. Como en la crisis migratoria, los ataques yihadistas… seguimos igual. Será porque el calentamiento global no es el responsable de la pandemia.
De la extensión del virus se deriva ya una importante crisis económica con decenas de miles de despidos y cierres, aunque sean temporales, de empresas, y esta conflictividad inevitable se volverá justificadamente contra este Gobierno socialcomunista de coalición.
El Gobierno se defiende escudándose en sus “expertos” y en la manida y demostrada ineficiente tesis de que se adoptan medidas según evolucionan las circunstancias, lo que equivale a la renuncia a adelantarse a la enfermedad con decisiones excepcionales. Las aspirinas nunca hacen efecto en un elefante. Podría pensarse que la tardanza en presentar batalla frontal al coronavirus se debe a otra mesa de diálogo con él, dados otros precedentes.
La imagen de ciudadanos chinos en España entregando a la Policía Nacional mascarillas, es solo un ejemplo de lo faltas que están nuestras Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado de más ayudas y menos palabras del Ministerio del Interior. Nuestros policías, guardias civiles y policías locales, sin duda, son mucho mejores que los políticos que los mandan.
Los medios más progubernamentales y agradecidos obvian cualquier crítica de la gestión de la crisis aduciendo que no es tiempo de éstas y que hay que sumar esfuerzos, olvidando conscientemente que el papel de la prensa en cualquier circunstancia, y más en las extremas, es controlar el poder y revelar sus abusos.
El Sol Digital está convencido de que los españoles se merecen una gestión de la crisis más profesional y valiente pero habida cuenta de la naturaleza de este Gobierno no espera nada de él sino es bajo una extrema presión de los ciudadanos y si no nos dejamos engañar por los señuelos ideológicos al uso. Un gobierno de emergencia nacional formado por partidos constitucionalistas es la solución más sensata en la hora presente.