Llama la atención el empeño que ponen algunos en la mal llamada memoria histórica -parcial y sesgada e ideológicamente afín a sus defensores- y lo mucho que se olvidan de las víctimas de ETA, a las que quieren diluir en un mar de otras violencias, como si no tuvieran un derecho propio a ser reconocidas como tales y no a rebajar la criminalidad de los etarras haciéndolos a su vez víctimas a éstos.
Hay que añadir también que la Ley de Protección de Datos impide crear un fichero con todas las sentencias judiciales sobre los etarras y sus condenas porque entre los asesinos hay ex asesinos y, por tanto, sus antecedentes penales desaparecieron al cumplir las penas, lo que lleva a que los amigos de estos asesinos esgriman lo que llaman el derecho al olvido. Eso sí, la memoria histórica tampoco se ocupa de ellos. ¿Y las víctimas de ETA?, pues no tienen derecho a la memoria. Es decir, los asesinos se han beneficiado de amnistías, indultos y prescripciones, sus víctimas de nada.
Hay un derecho a la verdad, a restablecerla, que debería involucrar a todos los demócratas españoles que han visto cómo el Estado de derecho era atacado durante décadas por los etarras y sus cómplices políticos. Restablecer la verdad ayudará a prevenir y hacer más difíciles los actos de barbarie de los terroristas y de quienes les acompañan en sus propósitos independentistas. Las víctimas son las primeras que se lo merecen, después todos los demás españoles.