La crisis del Covid-19 ha venido a poner de manifiesto con una brutalidad inesperada la falta de criterio y la sobrada inexperiencia de este Gobierno que nos ha tocado en suertes por la ambición de poder del presidente, prefiriendo contar con los apoyos parlamentarios de los enemigos de España -y en el Consejo de Ministros con comunistas, lo que es inédito en la UE- antes que con fuerzas constitucionales. Pero más allá de la gestión de la crisis, que ya suma más de 20.000 muertos y que hay (no que habrá) que investigar para depurar posibles responsabilidades, tenemos por delante un presente y un futuro económicos como nunca hemos conocido en la historia económica de España al menos de los últimos cincuenta años.
Todo el sacrificio lo van a hacer los trabajadores y los empresarios españoles, es decir, la empresa, porque del sector público nada ha dicho Sánchez respecto de apretarse el cinturón, y sería necesario, no solo por solidaridad, que también, sino porque tiene sobrepeso y en esta era digital, que tanto se invoca cuando conviene, la digitalización también tiene que entrar en la función pública aligerando presupuestos públicos que pagamos, no hay que olvidarlo nunca, todos los españoles.
Pero quizá lo más sangrante es la falta de sensibilidad del Gobierno para con los autónomos. Los tributos que les correspondían pagar el 20 de abril se han pasado al 20 de mayo, pero solo eso, aunque las economías de estos pequeños empresarios, de las que depende buena parte del empleo de la nación, esté por los suelos. Ingresen o no ingresen, páguenme y dejen de quejarse y molestar, necesito su dinero, parece que les dice el Ejecutivo. ¿No será mejor privarse de parte de la tributación y mantener vivas las empresas y los empleos que no pagar después el paro con el paisaje lleno de cadáveres de empresas?
Volviendo a la gestión sanitaria, las cosas no están mucho mejor. Un informe – del Deep Knowledge Group– señala a España como el país europeo que peor ha gestionado la crisis y también revela deficiencias en detectar la pandemia y alto riesgo de contagio de la población. Suma y sigue. Pese a todo, Sánchez alardea en televisión de un puesto, el 8, que la OCDE ya negaba y le sitúa en el 17, en el “top 10 mundial” en test. Desgraciadamente, continuará.