Este fin de semana hemos conocido unas espectaculares detenciones de dos presuntos yihadistas en Málaga de las que apenas se ha informado por el Ministerio del Interior. Pero hay algo más grave. Se va convirtiendo en costumbre que se silencien atentados terroristas como el de Torre Pacheco (Murcia) el 17 de septiembre por un marroquí, Abdellah Gmara, que fue “mena” -menor no acompañado-, con dos muertos y varios heridos; o las agresiones y violación a una simpatizante de Vox en Cataluña por presuntos magrebíes; o la entrada de terroristas en patera (el argelino Sheikh a finales de marzo en las costas andaluzas es el último conocido)… pero la realidad se impone y, pese a los filtros gubernamentales, de los medios aliados y de las ONG buenistas, la información llega, sino a la totalidad de los ciudadanos, a una parte de la sociedad, que se indigna tanto de estos sucesos como de que se la intente engañar para vestir una nueva realidad.
Los delincuentes -sean estos quienes sean, blancos, negros, hombres, mujeres, cristianos, musulmanes…- lo son por sus obras y no porque tapemos sus vergüenzas y los elogiemos sin mesura -en una vergonzosa labor de deconstrucción de la realidad- se convierten en buenos ciudadanos. Por supuesto, ni todos los inmigrantes, ni todos los magrebíes ni musulmanes, ni… la totalidad de ningún colectivo es culpable de nada, son, somos, las personas los responsables de nuestros actos. Y la Justicia no puede ni debe dejar de perseguirlos como reza nuestra Constitución en su capítulo segundo de derechos y libertades, artículo 14. “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
Este mundo que van construyendo para la galería, pasito a pasito, los autodenominados progresistas cada vez se parece menos a lo que usted ve en la calle y, entonces, esas mentiras se vuelven un boomerang que les hace perder lo que más valoran, los votos. Y esto sucede pese a las campañas de adoctrinamiento, desde la escuela a la Universidad, o las ayudas a los medios de comunicación afines, o las subvenciones a un universo de asociaciones que no tienen nada de no gubernamentales, sino que comen de la mano que las mantiene y que se vuelven agradecidas. Por esta razón tiene más mérito que todavía puedan divulgarse aquellas informaciones que no interesan, que no les interesa al Gobierno & Cia. Además, de no hacer cumplir las leyes respecto a la inmigración y dejar hacer se derivarán hartazgos sociales que pueden tener significados racistas y xenófobos repugnantes y que tienen su origen en esas políticas de “no pasa nada”, “no hay que criminalizar a”, o “se trata de casos aislados”, y tantos otros eufemismos encubridores. Más vale mirar la realidad de frente que dejarse engañar poco a poco y sumisamente.