Nadie sabe qué va a ocurrir el próximo domingo 1 de octubre en Cataluña. Ni el Gobierno ni los sediciosos. Pero sea cual sea el resultado del enfrentamiento que se supone entre quienes defienden la Constitución y los que están en el golpe de Estado, el peligro se presentará al día siguiente. Porque como resultado de este extraordinario pulso entre el Estado y la Generalidad ésta va a intentar conseguir el máximo rédito posible. Primero, que se anulen todos los procesos que se siguen contra ellos y, después, la reforma de la Constitución o una arquitectura del Estado que les convenga por los privilegios que encierre. En esto contará con la ayuda de Pedro Sánchez que ya ha tendido la manzana envenenada al presidente Rajoy.
No solo el domingo, y hasta el domingo, se va a comprobar si el Gobierno está dispuesto a utilizar todos los recursos del Estado de Derecho para impedir el objetivo separatista, después tendrá que enfrentarse a los cantos de sirena y al buenismo nacional que le susurrarán la conveniencia de calmar los ánimos con dinero -como ya sugirió Luis de Guindos la semana pasada- y otras concesiones políticas de muy hondo calado.
Nos estamos jugando nada menos que la unidad de España y caer en la tentación de cambiar la paz por el pídeme lo que quieras que te lo doy sería de una cobardía que pasaría a los libros de historia y que habría que perseguir por todos los medios al alcance de la ley.
El Gobierno sí debe empezar a tener iniciativa política en Cataluña, la que nunca tuvo, proteger y blindar a la comunidad española que allí vive y se siente acosada por los independentistas, e iniciar una ofensiva en todos los órdenes, y son muchas las cosas que se pueden hacer en este sentido, para acentuar la españolidad de Cataluña. Si el Gobierno tiene que aplicar el artículo 155 de la Constitución también debe hacerlo, si es que no tenía que haberlo hecho ya.
El 1 de octubre no acaba nada y empieza un largo camino. En ese propósito el Gobierno de la nación tendría a la mayoría de los españoles. Con un atajo, solo el desprecio.