Quizá haya sido la noche electoral del domingo la más intensa de la historia democrática en Andalucía. Por primera vez, el PSOE se jugaba seriamente su pervivencia en el poder tras 36 años ejerciéndolo. Aparecía en escena Vox, Adelante Andalucía debía revalidar su papel opositor tras la pérdida de la virginidad política, el PP y su presidente regional y nacional se sometían a una dura prueba que, en el segundo caso, podía costarle su salida de la política, y Ciudadanos comparecía para disputarle el liderazgo de la derecha precisamente a PP, que nunca había logrado gobernar y solo una vez resultó la fuerza más votada. Pues bien, efectivamente, el PSOE fue el gran perdedor, pese a ser la fuerza con más papeletas, no sumaba los suficientes votos para gobernar ni con la ayuda de la marca de Podemos. La derecha, dividida en tres, había ganado, el cambio en Andalucía era posible. El PP perdía 6 puntos -Podemos 5- y Ciudadanos doblaba sus resultados. Pero la gran sorpresa fue, sin duda, la irrupción de Vox con 12 diputados autonómicos, una fuerza que pide la desaparición de las autonomías, paradojas de la vida política.
En las declaraciones de la todavía presidenta, Susana Díaz, estaba su amarga derrota, agitando el miedo a la extrema derecha para llegar a acuerdos con PP y Ciudadanos. Lo mismo hacían los podemitas. Sin embargo, el PSOE andaluz ha pagado los mimos de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias y los golpistas catalanes, esta sí que ha sido una política de extrema izquierda.
La saña con la que se ha combatido a Vox ha contribuido a su éxito. Que la izquierda y los medios de comunicación le acusen de extrema derecha por enarbolar la bandera de España, oponerse radicalmente a la deriva independentista o criticar las leyes de género que vulneran la presunción de inocencia del hombre, no significa en modo alguno que sea un partido de extrema derecha, compárese con los que sí lo son en el resto de Europa y saltarán las diferencias nítidamente. Pero algún fantasma había que agitar, que eso podría servir, debieron pensar.
Ahora es el momento de los pactos. Parece que Juanma Moreno no será él único que aspire a la presidencia de la Junta, también Juan Marín. Pero ni uno ni otro podrán gobernar sin Vox, que ha llegado para quedarse y que ya es un actor en todo el territorio nacional. Todo está por hacer pero un rayo de esperanza alumbra en Andalucía y puede iluminar España.