Nadie ha hecho más por hundir el PP que Mariano Rajoy, y eso que muchos otros se lo han propuesto. Hay quienes ya sostienen que el PP no es útil por más que se empeñe en erigirse en refugio de los temerosos del independentismo y de los antisistema comunistas. En realidad, ya hace mucho tiempo que el PP inició, de puntillas, esa deriva o aggiornamiento relajando su posición respecto al aborto, coqueteando con la LGTB, reculando en la doctrina Parot, aceptando la hegemonía de la izquierda en la concepción de la enseñanza -destruyendo la reforma de Ignacio Wert que tantas manifestaciones le costó en contra- o, un último ejemplo, negándose a combatir frontalmente a los enemigos de esta democracia, Podemos y compañía. Ahora, los españoles tenemos un monstruo antisistema correteando por toda España y en Cataluña una fractura social de consecuencias impredecibles. Y es que en Cataluña se libra hoy la más dura batalla dada en todo el territorio nacional desde la transición entre la democracia y el totalitarismo. Desde luego, como ha puesto de manifiesto la propia FAES de José María Aznar, lo sucedido el 21-D dista bastante de haber “descabezado” al independentismo, en referencia a la desafortunada frase de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, la encargada de frenar el procés y, convertida desde primera hora en su mantenedora.
Hay que constatar que en Cataluña el verdadero voto útil se ha dirigido a Ciudadanos, tanto por el caudaloso volumen de papeletas a favor del partido de Inés Arrimadas como por la insignificancia del propio PP, ahora en el Grupo Mixto con solo cuatro diputados. Y un partido con tan escasa presencia institucional en Cataluña y el País Vasco -en Navarra funciona como UPN- no es fácil que pueda gobernar todo un país en el que los nacionalismos son ya una realidad estructural.
Ese empeño de Rajoy, desde siempre, en no presentar batalla y no combatir las ideas de los enemigos de España con la contundencia que se precisa, ha llevado a la situación actual. Es cierto que no solo él es el culpable, por supuesto le antecedieron todos los presidentes del Gobierno, Adolfo Suárez, Felipe González, Leopoldo Calvo Sotelo, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. Parece como si todos se hubiesen pasado la pelota y nadie hubiera querido ganar el partido. Ahora ya solo es cuestión de tiempo. El respaldo social que tiene el independentismo en Cataluña, validado en las urnas dos veces, desde luego no el 1-0, se consumaría más tarde o más temprano en la separación de Cataluña de España salvo que se produzca una reacción política decidida por parte de este Gobierno, Ciudadanos y PSOE para aplicar la ley hasta las últimas consecuencias y se iniciara una españolización, lenta pero inexorable, y que probablemente durará décadas, para restituir la normalidad en aquella región.
La otra gran metedura de pata de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría tuvo lugar en el final de campaña, para así arreglarlo todo. Se le ocurrió decir que este Gobierno había metido en la cárcel a los cabecillas del golpe de Estado. ¿Pero no habíamos quedado en que eran los jueces quiénes metían en la cárcel a los delincuentes? Los jueces, sí, en cuyas togas se ha refugiado Rajoy para darle a su falta de decisión política y sobrada pusilanimidad apariencia de respetabilidad, como si no fuera respetable que un Gobierno llevara la defensa de la democracia al propio campo de la legítima y necesaria lucha política.
Cuando tantas cosas han sucedido en este país, ahora nada podría sorprendernos. En Cataluña se apalea a chicas que llevan la camiseta de la selección, se le pega fuego a una vivienda con la bandera de España en el balcón, se atacan las sedes de los partidos españoles, se pita al Rey y al himno nacional en el Camp Nou, desde Catalunya Radio y TV3 se denigra a España y la Constitución… y el delegado del Gobierno allí, Enric Millo, pide perdón a los ciudadanos por las cargas policiales que intentaban restablecer la ley. Claro, así no se puede ir más que a donde hemos llegado.
Lo lógico después de la debacle del PP -consecuencia de la llamada Operación Diálogo– sería la dimisión de quienes han conducido hasta esta humillación al partido, que no son otros que Rajoy y Sáenz de Santamaría, y tras esta mayoría de diputados independentistas convocar elecciones con un nuevo líder del centro derecha español que le pida al pueblo una mayoría absoluta para hacer frente al próximo futuro.