Sin duda, es una magnífica noticia -ya veremos- la huida de Pablo Iglesias de la política. La vida de este revolucionario profesional, que ya cobra su abultada paga de ex vicepresidente, se vio catapultada por el nefasto jefe del Ejecutivo español, Pedro Sánchez, al situarlo en los primeros estrados del Gobierno e incluir otros comunistas en el Consejo de Ministros, hecho insólito en la Unión Europea y en los países de la OTAN, entidades supranacionales a las que pertenecemos. Pero el susodicho no solo se ha estrellado en su asalto político a la Asamblea de Madrid, sino que su gestión durante la pandemia ha sido inexistente a pesar de asumir responsabilidades sobre la tercera edad y no pisar una sola de las residencias que estuvieron gravemente afectadas por el maldito virus. Llevamos unos 140.000 fallecidos por Covid, la crisis se ha llevado 207.000 empresas y 323.000 autónomos, y Sánchez considera que estamos en un momento grandioso para labrar el futuro, e Iglesias que el peligro es la ultraderecha y no él y la idea que representa, el comunismo, con más de cien millones de muertos en su negra historia. Pero las mentiras no llegan a viejas, caen antes los mentirosos, como es el caso.
Se puede y se debe aprovechar este momento dulce de la derrota de las izquierdas en Madrid para vacunarse, no sólo contra el coronavirus sino contra otras marcas revolucionarias, como Más Madrid y las políticas de Sánchez, que son la clave que explica todas las desgracias que le acaecen al pueblo español desde que el mentado pisó la Moncloa. Por cierto, que los poquísimos socialistas que se han atrevido a criticar al presidente terminan siendo expulsados, por ejemplo Joaquín Leguina y Nicolás Redondo. Pero el resto del partido, cómplice, permanece callado, no por disciplina socialista, sino por cobardía. Quien acerca criminales etarras a prisiones del País Vasco y Navarra es el ministro del Interior de Sánchez, por lo que su último responsable es Sánchez, que paga así los apoyos recibidos de Bildu en el Congreso de los Diputados, votos negociados tanto por el PSOE como por el defenestrado líder de Podemos que, ojalá, haya desaparecido para siempre de la faz de la política española.