Las decisiones políticas que se toman desde cualquier gobierno tienen consecuencias en las vidas de los ciudadanos del país de que se trate. Pongamos que nos referimos a España. Después de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el propio ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunciaran el primero que no habría cambios en el Gobierno y el segundo que no se presentaría como candidato a la Generalitat, después los dos se han desmentido así mismos y han quedado nuevamente como mentirosos puesto que Illa será el candidato del PSC a la Generalitat. Pero esto, la mentira, es lo habitual y, por tanto, a pocos extraña. Lo importante es que en el fragor de una pandemia de la magnitud que padecemos y con el rebrote que ha supuesto la Navidad, el ministro que con puño de hierro se ha encargado de dirigir la política sanitaria de este país contra el coronavirus, con una clamorosa ineficiencia, se dedica a hacer política socialista en Cataluña minorando sus esfuerzos contra una pandemia que ha causado más de 70.000 muertos en España.
Estas formas de entender la política, primando los intereses electorales sobre la competencia profesional en el área de gobierno asignada, es demasiado común, pero no por eso menos censurable. Estamos hablando de vidas humanas y no solo de que los recursos económicos, personales y científicos son importantes, sino también de la dedicación política del que dirige la nave de la salud oficial del país. Pero no, los días deben tener más de 24 horas para hombres como Illa, que sigue al frente de Sanidad y se esfuerza en mejorar los resultados de su partido en Cataluña. Los indultos a los golpistas catalanes serán una de sus bazas. ¿Socialismo nacionalista?, o…