La historia se repite. Al ex presidente Puigdemont le sucede otro, Quim Torra, de su misma línea independentista; es más, se convierte en el títere del primero para burlar la ley. En realidad, no hay nada nuevo. Se trata del mismo desafío que desde hace años los secesionistas plantean al Estado sin que éste responda con la contundencia que la gravedad de los hechos aconseja. Ahora se levanta el artículo 155, aunque no haya desaparecido el peligro, y mucho nos tememos que haya que volver a aplicar dicho precepto constitucional, pese a que no sirva para casi nada, y a la vista está.
Construir “la república catalana” es la prioridad del nuevo presidente de la Generalidad, pero ¿cuál es la prioridad del presidente del Gobierno? La mayoría parlamentaria catalana por segunda vez reta al Estado y solo son los jueces los que salen en defensa del orden jurídico vigente, mientras que el Ejecutivo tras su fallida “operación diálogo” ya no sabe qué hacer. En las tarde del 1-0 retiró a la Policía y la Guardia Civil de los colegios electorales, permitiendo que los sediciosos se saliesen con la suya. Parece evidente que sin determinación política nada puede hacerse frente a quienes sí la tienen.
Dicen los entendidos en los misterios de Rajoy que éste practica la política futbolística del catenaccio, defender y solo defender aunque no se marque un solo gol. Pero esta política es suicida, el atacante avanzará metro a metro hasta la portería y marcará el gol de su historia.
Si un agente de la autoridad tiene conocimiento de que se va a cometer un atentado terrorista porque escucha a dos individuos hablar de sus preparativos, procede a su detención, o en cualquier otro caso en que alguien manifiesta su intención de saltarse la ley, pero ¿por qué en Cataluña no se procede contra los que públicamente dicen que quieren constituir la república catalana?
El presidente Rajoy ha convocado a PSOE y Ciudadanos para hacerles partícipes de la nueva situación. Rivera ya anunció la pasada semana que dejaba de prestar su apoyo al Gobierno en Cataluña ante la insoportable lenidad del Gobierno con los secesionistas. Ahora, probablemente, saldrá un nuevo acuerdo de estas tres fuerzas que no será más que una tirita en la gran herida que tiene abierta España.