El peligroso y gravísimo proceso independentista que se vive en Cataluña ha provocado, por fin, que la sociedad española salga a la calle a manifestar su voluntad de una España unida y que este pasado domingo, día 8, los catalanes también hayan expresado masivamente que quieren seguir siendo españoles. El discurso del Rey ha debido influir en esta movilización popular. Lo anterior es importante por cuanto, hasta ahora, eran los independentistas en Cataluña y sus corifeos de Podemos en el resto de España los que decían que tomaban la calle y ahora parece que ésta es también del resto de los españoles.
Entre las distintas convocatorias que se han sucedido, como la de Denaes una semana antes a este sábado y domingo tan plenos de manifestantes en Madrid y Barcelona, se han oído las voces de un movimiento que pide diálogo y que “hablemos” con Cataluña. Estamos seguros de que estas personas enarbolan sus banderas blancas con la mejor voluntad pero cuando se trata de un golpe de Estado su reivindicación se torna absolutamente improcedente e, incluso, contraproducente. Por muchas razones.
La bandera que ahora debe lucirse parece que es la española, que está en cuestión en Cataluña, sobre todo cuando se le opone la estelada, que representa una Cataluña independiente. Ponerse de perfil, sin una bandera ni otra, como diciendo no tomo partido es restar fuerzas a quienes sí toman partido por España, el más grande de los partidos.
Está fuera de toda duda -y ya se verá hasta donde llegan los procesos judiciales pertinentes- que en Cataluña se han cometido varios delitos y se siguen cometiendo por una banda de sediciosos y rebeldes capitaneados, al menos oficialmente, por el presidente Puigdemont. Pues bien, dialogar con los golpistas si no es para convencerlos de que se rindan resulta ominoso. Al delincuente se le persigue, se le detiene y se le pone a disposición judicial en cualquier sistema legal. Otra cosa es hacerle el juego al delincuente, que parece que así, entre diálogos y mediaciones, adquiere una respetabilidad de la que carece absolutamente.
El relativismo es uno de los males de origen de la situación que padecemos. Nadie tiene la culpa de nada, hay que lograr un amplio consenso, cada uno tiene sus razones, el problema es político y tiene que tener un arreglo político, hay que ser flexibles… Los narcóticos no solo se suministran en forma de pastillas, también lo son las palabras. Si devaluamos la gravedad del delito y se normaliza lo que sucede le hacemos un flaco servicio a la democracia y la atamos de pies y manos para que no se defienda cuando está siendo agredida.
En la base de esto que decimos están los valores de la soberanía nacional y de la unidad de España, el valor supremo de la ley y de la Constitución como su expresión máxima. Si no nos creemos estos principios todo lo demás son juegos de trilero y palabras vacías. Nuestros hechos tienen consecuencias y debemos ser responsables de los mismos y en Cataluña se ha iniciado un golpe de Estado que debe ser neutralizado para salvar la democracia española. Lo demás es hacerle el caldo gordo a los golpistas. El diálogo y la mediación son sus platos preferidos.
Toni Segarra
16 octubre , 2017¿Quién miente? ¿Quién falsea la realidad? Ninguno de todos sois de fiar. Por lo tanto, son los bobos, los tontos, a quien engañáis. Copia de un texto, que trata sobre la situación en Cataluña, con respecto a España. Hay que hablar claro. El problema de España y Cataluña es un divorcio. En el que España es el marido machista, bruto, cruel, carca, fascista, que no le quiere dar el divorcio a su esposa, pareja, que es Cataluña, por ninguna de las maneras. Por tanto, es un problema de educación, de modernidad y cosmopolitismo, de alguien que es tan desafortunado que todavía no acepta el divorcio. Con todos los problemas que ello conlleva de represión, malos tratos, agresiones y violaciones, de brutalidad, de matanza. Todo lo demás son cuentos chinos. Como bien lo saben las mujeres que, a millones pasan por esa experiencia, de negrales la libertad sus parejas, maridos. Ahora, hay que saber, que esa negativa a la libertad e independencia, es porque el marido teme algo que perder: los beneficios, ya sean económicos, sexuales, o de cualquier otra índole. Pues nadie sin ningún beneficio egoísta, obliga a otro para que viva con él. En realidad, en la raíz está el comportamiento animal, del macho más fuerte que domina a la hembra, más débil y se aprovecha de ello.