La investidura fallida de Pedro Sánchez el pasado jueves 25 de julio ofrece una información muy valiosa más allá de que no obtuvo el necesario apoyo parlamentario para ser elegido por el Congreso presidente el Gobierno. La más importante es que estaba dispuesto a un pacto con los enemigos del sistema democrático, Podemos, concediéndoles una vicepresidencia y ministerios si les daban sus votos afirmativos. Si eran cuatro o cinco ministerios y cuáles es una cuestión secundaria, lo importante es que Sánchez dejaba en sus manos palancas claves de la acción del Estado. En paralelo, obtenía la abstención de Bildu, los hijos políticos de ETA, que adoptaba esta posición porque esperaba a cambio, como es lógico, atención a sus demandas, principalmente en relación a sus presos y Navarra; el mismo sentido del voto mostraban los chantajistas políticos del PNV y Compromís. Y lo mismo podríamos decir de los independentistas catalanes de ERC. Es decir, PSOE se rodea de lo peor de la clase política española. Los 155 noes superaban los 124 síes -estaba el diputado de Revilla—y 67 abstenciones, quizá las más peligrosas de cuantas se hayan producido en la Cámara.
De lo anterior se deduce que Sánchez representa una oportunidad para quienes quieren asaltar el Estado y dinamitarlo, y algunos hasta lo decían sin tapujos lamentándose en el hemiciclo de la ocasión pérdida. La consecuencia es que el candidato Sánchez no es de fiar en cuanto a que no entregue las llaves del castillo si con esto se mantiene en el poder.
El cinismo de envolverse en el discurso contra la extrema derecha cuando él está en connivencia con la extrema izquierda y los independentistas del golpe de Estado resulta patético si no fuera de una gravedad extraordinaria. Sánchez no tuvo reparos en dirigirse a una diputada de Bildu diciéndole que sus diferencias eran cosa del pasado, como si los asesinatos de la banda ya no merecieran más que un lugar apartado en la memoria, ni siquiera los socialistas caídos bajo las balas de la organización de Otegui y Ternera.
Visto lo visto, tuvieron más sentido los noes de PP, Cs y Vox que las abstenciones que algunas sirenas les reclamaban como mal menor para que no gobernara con Podemos. Si hay elecciones en noviembre quizá valga la lección de estos días de julio.