Daniel Pérez, Miguel Ángel Heredia… suma y sigue. Perciben que Susana Díaz, con la que hasta ayer se paseaban por Málaga en prueba de lealtad y compromiso con la secretaria general del PSOE andaluz, está siendo fuertemente cercada por la dirección nacional, que ha elegido candidato, Juan Espadas, y se pasan con armas y bagaje al nuevo señor para que éste, cuando tome posesión del castillo, se acuerde de ellos y les conceda prebendas y regalías. Sucede que los que llegaron antes a las huestes del candidato de Pedro Sánchez ven con desconfianza a los advenedizos y se lo hacen notar a éstos para su vergüenza, o Francisco Conejo que no se ha movió de sitio en la Ejecutiva regional. Pero así es la política en general, y en particular la socialista, con dirigentes callados ante las numerosas fechorías que el Gobierno de su partido ha cometido y comete, pero prestos para husmear en qué manos estará próximamente el poder y orientarse en esa dirección. Que nadie piense que son los méritos personales, académicos o profesionales, el talento… las virtudes que buscan estos cortesanos, no se trata de eso, sino del poder y lo que este concepto implica en cuanto al progreso personal y político de cada uno.
Estos socialistas no conciben su paso al adversario de primarias como una traición, aunque antes hayan jurado amor eterno a Díaz, no, se trata de orientarse en la dirección del ganador, del necesario oportunismo político que hay que desplegar si uno quiere seguir vivo en política y no jubilarse en tiempos inciertos para las pensiones. Naturalmente, estos movimientos tácticos no están acompañados de ningún programa diferenciador, como alternativa, frente a la dirección hasta ahora instituida, es más sencillo, quien tiene más poder, porque preside el Consejo de Ministros y dicta el BOE todos los días, ha decidido que tienes que irte y eso es suficiente para que yo dé un saltito y esté donde tengo que estar. Si acaso perdiera la apuesta tengo en la chaqueta, reversible, el discurso de la unidad, el trabajo de todos los socialistas, la no exclusión de nadie y bla bla bla. Pero no siempre les resulta el engaño.