Y la cabeza de Juan el Bautista le fue servida a Salomé en el festín de Herodes, según conocemos por los pasajes evangélicos Marcos 6: 14-29 y Mateo 14: 6-12. Una vez más, los golpistas catalanes ven satisfechos sus deseos por la debilidad de Sánchez, presidente del Gobierno, empeñado en mantenerse en el poder aunque sea a costa del grave deterioro de las instituciones y órganos del Estado, como ha sido el caso del cese de Paz Esteban, directora del Centro Nacional de Inteligencia.
El CNI tuvo autorización judicial, como es preceptivo, para espiar a los enemigos de la democracia española -que son, significativamente, los aliados parlamentarios del Gobierno-, sin olvidar tampoco que forman parte del mismo Gobierno los comunistas, única excepción en la UE y la OTAN. Con anterioridad a la destitución de Esteban, los golpistas y los sucesores de ETA pasaron a formar parte de la Comisión de Secretos Oficiales en una escenificación que podría titularse “cómo agujerear el Estado”.
Aquellos ingenuos que confiaban en que la ministra de Defensa defendería hasta el final a la directora del CNI se equivocaron, mostrando la inequívoca faz del personaje, ávida de su cuota de poder en este desastroso Gobierno, por encima de cualquier planteamiento de respeto al necesario trabajo de la Inteligencia española.
Cuando se saltan todas y cada una de las líneas rojas de un Estado democrático, el saltador se convierte, precisamente, en el más grave peligro de la democracia. Después del nefasto precedente del cese de la directora del CNI -que ha colaborado en su propia “muerte” institucional haciéndose la foto con la ministra y quien la ha desplazado-, ¿dejará el Estado de vigilar a quienes quieren dinamitarlo? Podemos imaginar el próximo futuro.