Editorial - Patada al derecho constitucional a la inviolabilidad del domicilio y cese ilegal de un coronel de la Guardia Civil - El Sol Digital
Editorial – Patada al derecho constitucional a la inviolabilidad del domicilio y cese ilegal de un coronel de la Guardia Civil

Editorial – Patada al derecho constitucional a la inviolabilidad del domicilio y cese ilegal de un coronel de la Guardia Civil

Como han destacado algunos medios de prensa, Fernando Grande Marlasca -que no Marlaska, que ese no es el primer apellido de su madre, que lo cambió- siempre se encuentra en el límite de la legalidad, pero ahora con el fallo de la Audiencia Nacional directamente en la ilegalidad por el cese del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de lo Cobos al frente de la Comandancia de Madrid -vale que su ascenso a general sea potestativo del ministro, aunque tenía la máxima puntuación para el ascenso-. ¿El motivo? El coronel cumplió la ley y no informó de las investigaciones judiciales llevadas a cabo por orden de la jueza del caso en relación con las manifestaciones del 8M. Las dimisiones de altos mandos del Instituto no se hicieron esperar, desde luego entre ellas no estaba la del general Santiago, ascendido por el ministro a jefe del Estado Mayor del Cuerpo, aquel que declaró sin rubor que la Guardia Civil procuraba quitarle estrés al Gobierno durante la gestión de la pandemia. Pero antes, Marlasca había cesado a Pérez de los Cobos de la Dirección de Coordinación de la Secretaría de Estado de Seguridad, situando en su lugar a un comisario conocido por Lenin, lo que ya da idea del sectarismo que rige en la casa. Bueno, antes de este coronel, cesó a otro destacado profesional de la Benemérita, Manuel Sánchez Corbí, que estuvo al frente de la Unidad Central Operativa

Pero la cosa no queda aquí, Marlaska tiene más ceses en su haber, parece como si quisiera demostrar algo a la ciudadanía, quien me echa un pulso lo pierde, o a quien se mueve lo borro de la foto, porque ese fue el caso del responsable de riesgos laborales de la Policía Nacional que tuvo el atrevimiento de demandar material de seguridad, como mascarillas y trajes EPI, para los agentes que trabajan en fronteras ante el riesgo de contagios y antes de que el Gobierno admitiera la pandemia.

Tampoco podemos dejar de referirnos a la mirada contemplativa del ministro cuando las agresiones e insultos a dirigentes de Ciudadanos en la celebración del Día del Orgullo Gay en 2019 y ante cierta pasividad policial. Sus emociones particulares parece que se antepusieron al debido ejercicio de sus funciones como ministro de la seguridad.

Si a aquellas reveladoras declaraciones del general Santiago se suma el establecimiento de lo que se ha venido en llamar el Ministerio de la Verdad y que, solo oficialmente, es un organismo para combatir las fake news, hay fundados motivos para temer por las libertades y los derechos democráticos en nuestro país, entre las que ya no sabemos si se encuentra la inviolabilidad del domicilio, recogida en la Constitución en el artículo 18.2, a raíz de que se haya reventado por la Policía la puerta de una vivienda particular sin orden judicial. Es para preocuparse y mucho, y es mejor alertar de lo que está sucediendo que quejarse después, si se puede, de lo que ya ha ocurrido.

Pero quizá los hechos más vergonzosos que cabe achacarle a este pésimo ministro del Interior sea su calendario semanal de acercamientos de presos de ETA a prisiones del País Vasco -y ya van más de  160, entre ellos los más repugnantes asesinos-. ¿Es alguna clase de pago a Bildu y el PNV por sus apoyos parlamentarios? El ministro se había comprometido con las víctimas del terrorismo a que no habría acercamientos de presos con delitos de sangre, y mintió, como se ve.

Pero ¿qué decir de la crisis de los inmigrantes en Canarias, que hasta la vicepresidenta ha tenido que poner un poco de orden, no demasiado, que no es capaz? Por estas y otras muchas razones, Marlasca no tiene legitimidad para seguir en el cargo de ministro, porque la ha perdido con su irregular proceder, cuando no ilegal, como en el caso del cese de Pérez de los Cobos. Su soberbia le impide dimitir al ministro, al presidente sus pactos con los independentistas y los amigos de ETA le bloquean cesarle y a los españoles de bien su sola presencia en el Conejo de Ministros nos causa bochorno.

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