No es una buena noticia que Pedro Sánchez le haya ganado las primarias a Susana Diaz y sea el próximo secretario general del PSOE. Y no lo es ni para el partido ni para España. En el primer caso, porque con una política izquierdista como la que propone Sánchez el PSOE perdería una franja electoral de centro izquierda que necesita para alcanzar una mayoría electoral suficiente de gobierno, aunque podría pensarse que aspiraría a disputarle a Podemos un monto importante de votos que éste se llevó y que le pertenecen, pero esta suposición no está bien fundada porque Podemos tiene votos de PSOE por las mismas razones que Ciudadanos los tiene de PP: el bipartidismo ha hecho crisis por el descrédito público en que ha caído gracias a la corrupción, principalmente.
En cuanto a las razones por las que es negativo para España que Sánchez esté al frente del principal partido de la oposición solo cabe considerar que nuestro país necesita -y así ha funcionado hasta ahora, razonablemente bien en cuanto a su gobernabilidad, pese a la corrupción antes citada- un partido alternativo al PP, sólido y que represente la corriente socialdemócrata que está instalada en toda Europa con más o menos fortuna.
Una España amenazada por el independentismo catalán y solo con un PP y Ciudadanos con ideas claras acerca de la nación española no está asegurado que resistiera los embates que se le pueden presentar, pero con un PSOE fuerte y con conciencia española -y no de nación de naciones culturales, como sostiene Sánchez- tendría garantías de viabilidad.
Ahora, después de este ejercicio democrático de los afiliados socialistas, solo cabe esperar los primeros pasos de Pedro Sánchez en su vuelta a la dirección socialista.