En el último y fallido Consejo Europeo se escuchó la voz del sálvese quien pueda. Por eso, España está sola -una vez más, como en la persecución del golpista Puigdemont- ante la masiva llegada de inmigrantes. En los siete primeros meses del año, más de 22.500 personas han llegado a España tras cruzar el Mediterráneo, lo que significa el 35 por ciento del total de llegadas a Europa a través de esta vía. En cambio, en países como Italia, solo en lo que va de 2018 ha logrado reducir la entrada en un 85 por ciento en relación al mismo periodo del año anterior. Pero esta situación tiene una causa próxima -hay otras, por supuesto, de fondo- y es la irresponsabilidad del Gobierno con sus gestos buenistas de acogimientos en el caso Aquarius. Es el famoso efecto llamada. Incluso Sánchez fue más lejos y se ofreció a Merkel a hacerse -hacernos- cargo de una parte de sus refugiados. Cada día está más claro que Sánchez trabaja para sus ambiciones y el problema que crea en España poco parece importarle.
Como elemento destacado de este panorama, está la situación vivida el pasado jueves, 26 de julio, en Ceuta, cuando 600 subsaharianos lograron entrar en la ciudad saltando la valla, arrojando cal viva a la Guardia Civil y utilizando cizallas, palos y objetos cortantes. Pero los violentos no han sido devueltos en caliente, no sea que se nos censure fuera, de ahí que el mensaje de llamada sea el mismo: venid, que vamos a quitar las concertinas, aplicaremos la sanidad universal y os acogeremos con los brazos abiertos. El respeto a las fronteras, al cumplimiento de la ley para la entrada en nuestro país deben ser ya unas antiguallas para el Gobierno.
De hecho, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, tiene parte de responsabilidad en este desconcierto pues anunció la retirada de las concertinas de nuestras fronteras diciendo que había otros medios para contener las avalanchas, medios que todavía no ha explicado cuáles son y que nadie conoce. Pero su posterior viaje a Marruecos le supuso un tirón de orejas por su homólogo marroquí, una frontera es cosa de dos y España debe consultar con la otra parte qué quiere hacer y escuchar qué le dicen, sino puede pasar lo que ha pasado, que la Policía marroquí deje hacer a los saltadores de vallas.
Desde la llegada al Gobierno de Pedro Sánchez, ha aumentado el número de inmigrantes que llegan a nuestro país porque ha anunciado una nueva política migratoria, y no mucho más restrictiva, como sería exigible dado el número de inmigrantes con que contamos. La misma madrugada del salto en Ceuta, fueron rescatados 232 migrantes de 19 embarcaciones en El Estrecho. El Gobierno socialista ha creado irresponsablemente una esperanza que nos está costando ya muy cara.
Por otra parte, Marruecos quiere dejar claro a este Gobierno bisoño, y desde el primer día, que tiene mucho que decir. Bueno serías que nuestro Gobierno no esperara a mañana para rectificar.