Tal día como hoy de 1204, fallecía a los 82 años en la Abadía de Fontevrault (Francia) Leonor de Aquitania. En su larga y azarosa vida, le dio tiempo a ser reina consorte de dos países rivales, Francia e Inglaterra, partir a la Segunda Cruzada desobedeciendo el criterio de su esposo Luis VII rey de Francia, y ser madre de tres de los reyes ingleses más reconocibles de Edad Media: Enrique de Plantagenet «El joven», Ricardo I «Corazón de León» y Juan I «Sin Tierra».

Fue una mujer con mayúsculas. Educada con refinamiento en la corte de  Poitiers, su lugar de nacimiento, se rodeó de intelectuales, cultivó la música, la poesía y fue mecenas de artistas y trovadores.

Practicó con enorme inteligencia el arte de lo posible, la política. Intrépida y audaz, desafió a cualquier hombre que se interpusiera en su camino. Repudió a su primer marido el rey de Francia, algo inconcebible en aquella época, consiguiendo la nulidad eclesiástica. El mismo Papa Eugenio III intentó en vano la reconciliación.

Tres meses después, en una jugada magistral, Leonor se convierte en reina consorte de Inglaterra al casarse con el conde de Anjou, Enrique II Plantagenet. A los veinte años de matrimonio, lideró una revuelta contra su marido. Fue capturada y el rey Enrique la confinó y, hasta que él no murió, más de una década después, no fue liberada, primera decisión que tomó Ricardo Corazón de León como nuevo soberano de Inglaterra.

Al poco tiempo, ella actuó como regente durante la ausencia de Ricardo, su hijo predilecto, que después de ser coronado partió a Tierra Santa en una nueva cruzada.

En la séptima década de su vida, trató de impedir que su hijo Juan “Sin Tierra” destronase a su hermano mientras este estaba en las cruzadas. No lo consiguió primeramente, pero gestionó que Ricardo volviera a Inglaterra y ocupara su trono, después de pagar un millonario rescate a Enrique VI, soberano del Sacro Imperio Romano Germánico, que lo había encarcelado volviendo de las cruzadas.

Tras reconciliar a sus dos hijos, y la muerte de Ricardo, Leonor de Aquitania, con una fortaleza y diplomacia fuera de todo lugar, pactó para, ahora sí, asegurar el trono inglés a Juan “Sin Tierra”.