Tal día como hoy de 1938, la población austriaca votaba favorablemente a favor del «anschluss«.
Sin la garantía del secreto del voto, tutelado por las SS y con una papeleta en la que el círculo para marcar sí a la anexión a Alemania era mucho más grande que el del no, el sí ganó con más del 99% de los votos.
Pero, ¿qué fue el «anschluss»? Desde el punto de vista geopolítico fue, hasta ese momento, el incumplimiento más evidente del Tratado de Versalles, que prohibía expresamente la unión de Alemania y Austria en un solo Estado. Sin embargo, esta era una de las principales reivindicaciones que Hitler, austríaco de nacimiento, expresaba en su libro Mein Kampf. El anunciado «Lebensraum» (espacio vital) comenzaba a coger forma.
En base a que la población austríaca era mayoritariamente germánica, tanto los nazis alemanes como los austríacos soñaban con la idea de forjar una «Gran Alemania».
Con las tropas alemanas cerca de la frontera austríaca, y la tibia posición del resto de Europa, el presidente de la República de Austria, Wilhem Miklas, claudicó y aceptó, el 11 de marzo de 1938, la última condición de Hitler para evitar la invasión: nombrar al nazi pangermanista Arthur Seyss-Inquart como presidente del Gobierno. Poco antes, el canciller austríaco Schuschnigg, había intentado sin éxito, impulsar un referéndum que dejase elegir al pueblo entre la anexión de Austria a Alemania o su continuidad como estado libre. Atosigado por los nazis de Austria, canceló el referéndum y presentó la dimisión.
El referéndum se hizo, pero a la manera nacional-socialista, interesaba otorgar un barniz democrático al “anschluss” (unión).
Meses después, Hitler se quitaba definitivamente la careta e invadía los Sudetes. Rearmado hasta los dientes, y con la pasividad de Europa, el Tratado de Versalles era definitivamente papel mojado. En septiembre de 1939 la víctima sería Polonia. La II guerra mundial acababa de estallar.