Tal día como hoy de 1941, Rudolf Hess, ministro sin cartera y lugarteniente de Hitler, protagonizaba el hecho más sorprendente y enigmático de la II Guerra Mundial: se lanzaba en paracaídas sobre Escocia.
El día anterior despegaba del aeropuerto de Aubsburgo con su caza bimotor, y horas después caía sobre suelo escocés ante la mirada atónita de un campesino, que lo encontraba y lo invitaba a pasar a su casa mientras telefoneaba a las autoridades. En todo momento, y a pesar que era la primera vez que se lanzaba en paracaídas, Hess se mantuvo sereno, educado y comunicándose en un perfecto inglés.
El objetivo final de aquel misterioso viaje, totalmente al margen de la cúpula del Tercer Reich, era supuestamente pactar la paz con Inglaterra. Pretendía entrevistarse con el Duque de Hamilton, al que había conocido en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Todavía hoy los historiadores se devanan los sesos tratando de interpretar aquel absurdo o incomprendido acto. Pero, ¿quién era Rudolf Hess? Veterano con honores de la I Guerra Mundial, conoció a Hitler en 1919. Inmediatamente quedó fascinado por la personalidad del líder y participó en el «Putsch de Munich», donde fue encarcelado.
En la prisión ayudó a redactar el “Mein Kampf”(Mi lucha), convirtiéndose en el número 2 del Nacional Socialismo cuando llegó al poder en 1933.
De manera paulatina, debido al parecer a un comportamiento errático, lo fueron alejando del círculo de poder del Führer. Parece que su falta de aprobación de la Operación Barbarroja (invasión de la Unión Soviética) le hizo tomar la decisión de pilotar un avión e ir a Inglaterra por su cuenta.
Al finalizar la guerra, fue condenado a cadena perpetua en los juicios de Nuremberg. Durante 40 años fue el único preso de la cárcel de Spandau (Berlín). En 1987 fallecía con 93 años. Fue el último jerarca nazi en morir.