Tal día como hoy de 1912, la Emperatriz Viuda Longyu sellaba el «Edicto imperial de la abdicación del emperador». El emperador no era otro que un niño de 6 años llamado Pu Yi. Ajeno a toda realidad, veía llorar a gran parte de su corte de la «ciudad prohibida». No era para menos, se acababa con 267 años de poder de la dinastía Qing en China, y a su vez se ponía fin a un sistema imperial de 2.000 años de antigüedad.
Pu Yi era descendiente de las tribus manchúes que vencieron a los Ming y fundaron su propia dinastía.
Bajó su dominio China duplicó su tamaño y configuró el estatus territorial actual.
No obstante, en el siglo XIX la dinastía Qing empezó a debilitarse, y una serie de movimientos civiles amenazaban su poder. En 1911 estalló la Revolución de Xinhai, y el sistema republicano ya era un hecho un año después. Pero, ¿qué harían los nuevos líderes republicanos chinos con la casa imperial depuesta?.Básicamente, decidieron tratarlo como a los reyes extranjeros, permitiéndole vivir en la ciudad prohibida, disfrutando lujo y prebendas.
Pocos años después su vida tornó en pesadilla.
Fue expulsado de la «ciudad prohibida», y se refugió en Japón para ser títere de sus poderes fácticos. Con la llegada del comunismo de la mano de Mao Zedong fue enviado diez años a un campo de reeducación.
Finalmente, aquella divinidad que durante un tiempo ocupó el trono del Dragón, y que abarcaba casi un cuarto de la población mundial, acabó sus días como jardinero y archivero del Partido Comunista Chino