Tal día como hoy de 1752, el político e inventor Benjamin Franklin, sale a campo abierto en la ciudad de Filadelfia, y hace volar una cometa durante una tormenta. Pretendía demostrar la relación entre la electricidad y el rayo, recogiendo este fenómeno eléctrico a través de la cuerda húmeda que atravesará una llave y llegará hasta un primitivo condensador. La idea de Franklin permitió atraer los rayos hacia puntos que no generasen peligro. Tuvo claro que si el rayo salía de las nubes y en su camino a la tierra encontraba un conducto metálico en el que meterse, se quedaba ahí, sin ninguna otra trayectoria que recorrer. De esta manera, como si de un mago se tratase, Franklin logró domesticar la energía eléctrica, y por ende, después de milenios, la humanidad dejó de tener miedo a las tormentas.

No fue cualquiera Benjamin Franklin. De inteligencia privilegiada, también inventó las lentes bifocales, para su propio uso, y un prototipo de humificador para estufas y chimeneas.

No obstante, a pesar de su imponente labor científica, Franklin ha pasado a la historia, junto con Washington, Jefferson o John Adams, por ser uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América. Su efigie aparece en los billetes de cien dólares americanos.

Dominar la energía eléctrica cambió el curso de la humanidad, atenuando parcial o totalmente su poder destructivo. Luego vendrían otros, como Thomas Edison o Nicola Tesla, para otorgar a la electricidad otras funcionalidades que aprovechamos actualmente. En 1918, el propio Tesla, perfeccionó el invento de Franklin, con el pararrayos de punta de captación con base amplia, aún más seguro que el original.

En pleno siglo XXI, después de muchas lluvias, rayos y truenos, el logro de Benjamin Franklin básicamente sigue funcionando como el primer día. Como curiosidad, hay que decir, que los 325 metros de Torre Eiffel, se concibió en parte como un grandioso pararrayos.