Tal día como hoy de 1901, en la galería Bernheim-Jeune (París) se exponen por primera vez en la historia obras del pintor holandés Vincent Van Gogh, fallecido en 1879.
Ironías de la vida, el que fuera uno de los principales exponentes del postimpresionismo vivió después de su muerte el esplendor y éxito que no tuvo en vida.
La muestra, de más de setenta pinturas caracterizadas por sus expresivos y sugestivos colores, causa una maravillosa impresión al público parisino. Su personal traza y su maravillosa luz harán su obra inconfundible.
Su fama creció como la espuma después de su muerte, gracias a la promoción de la esposa de su hermano menor Theo, prácticamente el único apoyo que tuvo el pintor en vida. Aunque Van Gogh no tuvo una buena relación con su cuñada, resultó ser la única heredera de toda su obra tras el fallecimiento de su esposo, ocurrido poco después del artista.
Le siguieron otras exposiciones, como la de 1905 en Ámsterdam, o la de Colonia en 1912, Nueva York en 1913 y Berlín de 1914. Todas ellas tuvieron un importante impacto e influencia sobre las generaciones artísticas posteriores.
A partir de mediados del siglo XX el efecto Van Gogh desató una explosión de reconocimiento de su obra. Poco después, su obra hizo saltar por los aires las casas de subastas, convirtiendo al atormentado pintor neerlandés en uno de los más cotizados de la historia. En 1987 se pagaron 22,5 millones de libras esterlinas por «Los girasoles» y en el 2021 se pagó la astronómica cifra de 62 millones de dólares por «Cabanes de bois parmi les oliviers et cyprès». El mismo día otro comprador pagó 46,7 millones de dólares por el cuadro titulado «Jeune homme au bleuet».