Tal día como hoy de 1922, el abogado y activista «Mahatma» Gandhi fue condenado a seis años de cárcel. Fue puesto en libertad por las autoridades dos años después, tras ser diagnosticado de una oportuna apendicitis.
El sobrenombre de «Mahatma» fue el apelativo que le otorgó el poeta indio Rabindranath Tagore y significa «alma grande».
La condena a Gandhi fue la oposición a Ley Rowlatt, que era una normativa que negaba los derechos civiles a los indios. Entendiendo esta situación como una injusticia, Gandhi comenzó una serie de protestas pacíficas durante estos años que llevaron a que las autoridades inglesas lo detuvieran.
Normal y extraordinario al mismo tiempo, hizo de la no violencia y la resistencia pacífica el eje de sus reivindicaciones sociales y políticas.
Fue en 1906, en su época sudafricana, cuando un Gandhi todavía occidentalizado, adoptó por primera vez la postura de la resistencia pacífica ante la opresión de las autoridades, lo que se llamó satyagraha, es decir, firmeza por una buena causa.
Su regreso a la India se produjo en 1915. La lucha por los derechos de la comunidad india en Sudáfrica se vio como un acto de heroísmo. Gandhi se convirtió en una referencia. Cogió el testigo y ya no lo soltó hasta su asesinato.
Dentro de su vida política por la defensa de los derechos de sus conciudadanos, cabe destacar la campaña de desobediencia civil que supuso en marzo de 1930 la denominada «Marcha de la Sal». Después de 24 días de peregrinación, el objetivo era declarar simbólicamente la independencia de la India. La campaña terminó con la negociación entre Gandhi y el virrey británico.
El pequeño Gandhi, ataviado con un humilde ropaje hecho por él mismo y sus sempiternas gafas redondas, ha sido una de las figuras más icónicas del siglo XX.