Tal día como hoy de 1623, nace en Clermont (Francia), el polímata Blaise Pascal, uno de los grandes científicos europeos de su tiempo. Su sabiduría conectó disciplinas como las matemáticas, física, filosofía y la teología. Instruido en casa por su padre, un respetado matemático, fue un genio precoz de inteligencia superlativa.
En su primera adolescencia, con 12 años, demostró que la suma de los ángulos de un triángulo es siempre igual a 180°. A los 16 años, formuló uno de los teoremas básicos de la geometría proyectiva, conocido como el Teorema de Pascal y descrito en su «Ensayo sobre las cónicas».
Ensambló de forma magistral la pura teoría de las cosas con la operatividad práctica, como lo demuestra la invención de la calculadora. De esta manera, diseñó una máquina de precisión que realizaba cálculos matemáticos de forma mecánica. En honor a su nombre se le llamó «Pascalina».
Gracias a los consejos que le dio a un jugador profesional parisino, es considerado el padre del cálculo matemático de probabilidades. Igualmente, experimentó con éxito sobre la hidrostática y desarrolló el cálculo diferencial.
En filosofía y teología ha dejado para la posteridad su obra «Pensamientos». En la órbita estilística de «Meditaciones» de Marco Aurelio y «Oráculo manual y arte de prudencia» de Baltasar Gracián, las reflexiones sobre moral y religión en el ser humano que se plasman en «Pensamientos», han llegado a nuestros días como un clásico más allá de las modas. Es autor de las frases atemporales: «El corazón tiene razones que la razón no entiende» y «Si no actúas como piensas, terminarás pensando como actúas»
Después de una experiencia mística abrazó fervientemente el catolicismo, recluyéndose en el convento de Port-Royal. Rechazó la posibilidad de establecer pruebas racionales de la existencia de Dios, cuya infinitud consideró inabarcable para la razón.
Falleció en la fe de Cristo antes de cumplir los 40 años, sus últimas palabras antes de morir fueron «que Dios nunca me abandone».