Tal día como hoy de 1899, en el contexto de la guerra hispano-estadounidense en las Islas Filipinas, se ponía fin a una heroica resistencia que ha pasado a la historia. Medio centenar de militares españoles, plantando cara al enemigo, al hambre y la enfermedad, fueron asediados sin descanso durante 337 días. El lugar donde se hicieron fuertes fue la Iglesia de Baler (Luzón, Filipinas), con una extensión de 30 metros de largo por 10 de ancho.
En palabras de Azorín, fue “la página más brillante de heroísmo español desde Numancia»
Pero, ¿por qué no se rendían? No se creían que la guerra había terminado. No tenían pruebas palpables y su honor les impedía entregar las armas.
Con valentía, inteligencia y táctica defensiva, los españoles causaron 700 bajas filipinas durante el asedio. De los españoles solo hubo dos muertos por arma de fuego y otros 15 por enfermedades.
Por una serie de casualidades, los defensores españoles acabaron «entregándose», al saber que ciertamente la guerra había terminado. Fueron recibidos con honores por las autoridades locales y el propio presidente filipino Emilio Aguinaldo mostró su profunda admiración por la resistencia de los españoles en Baler. En lugar de prisioneros de guerra los calificó de héroes, por haber protagonizado tan gloriosa epopeya. Igualmente, les entregó un salvoconducto para regresar a España. Más adelante manifestó, «siempre he guardado un gran cariño a España y en los día de la guerra siempre ordenaba a mis soldados que tuvieran un gran respeto a su bandera».
Los estadounidenses, por su parte, siendo conscientes del mérito que constituyó tal hecho, hicieron traducir las memorias del teniente Martín Cerezo, como modelo de resistencia de una posición aislada, que es estudiada en las academias militares más prestigiosas. Tanto Martín Cerezo, como el capitán Las Morenas obtuvieron la máxima condecoración militar, la Cruz Laureada de San Fernando.