Tal día como hoy de 1960, nacía en Sao Paulo (Brasil), una leyenda del deporte del motor: Ayrton Senna.
No tardó en hacerse un hueco en difícil mundo de la Fórmula 1.
Su momento de gloria llegó el 30 de octubre de 1988. En una de las carreras más emocionantes de la historia, se jugaba el campeonato del mundo en el circuito de Suzuka (G.P. de Japón). A esas alturas, el campeonato sólo podían ganarlo Senna o Alain Prost, ambos de McLaren, y enfrentados en una rivalidad épica. La pole position había sido para el brasileño (tenía una efectividad del 40%), pero la carrera no pudo empezar peor para él. Con el motor calado en el arranque, veía impotente agitando los brazos al viento cómo hasta quince coches le rebasaban, entre ellos el mismo Prost. Con una conducción endiablada en una fina lluvia, el monoplaza de Senna iba recuperando posiciones hasta colocarse tercero en la vuelta 11. El público enfervorizado no daba crédito a la remontada. En el último mano a mano con el francés, la depurada técnica de Senna y la ambición que le caracterizaba le hicieron acreedor de una victoria para la historia de la Fórmula 1.
Era la primer campeonato del mundo de los tres (1988, 1990 y 1991) que finalmente consiguió el carismático piloto brasileño.
Para muchos especialistas, es considerado el más rápido y técnico piloto desde los tiempos de Fangio.
El pueblo brasileño lo adoraba. Las madres lo querían para sus hijas, las mujeres lo amaban y los hombres lo admiraban. El nivel de popularidad que alcanzó en Brasil no tenía límites. Era comparado con el mismísimo Pelé.
Su fatal accidente en Imola (G.P de San Marino, un Gran Premio maldito que ganó Schumacher), truncó para siempre su carrera. Más de 300 millones de brasileños quedaron conmocionados, no podían entender como su ídolo desaparecía en su mejor momento. Fue enterrado con honores de jefe de Estado y más de un millón de personas siguieron llorando su ataúd por las calles de Sao Paulo. Su legado sigue intacto y la lección aprendida de su malogrado accidente contribuyó a salvar vidas desde aquella fecha. Fue el último servicio que prestó al mundo de la Fórmula 1.