Tal día como hoy del año 146 a.c, finaliza la Tercera Guerra Púnica. Cartago era la némesis de Roma. En las llamadas Guerras Púnicas, la ciudad norteafricana llevaba discutiendo a Roma más de 100 años la hegemonía del mar Mediterráneo. Para Roma, el Mediterráneo todavía no era el “mare nostrum”.
La República de Roma asesta el golpe definitivo a Cartago, y destruye totalmente la otrora ciudad más inexpugnable del Mediterráneo occidental. Ubicada por entonces en un istmo, con doble puerto y envuelta en tres lienzos amurallados, su conquista y destrucción se había convertido en la obsesión de los altos dirigentes del Senado romano, representada en la famosa frase con la que el prestigioso Catón terminaba todos sus discursos: «Cetorum censeo Carthaginem ese delendam» (Por lo demás, opino que Cartago debe ser destruida»)
En el 149 a.c más de 80.000 soldados romanos desembarcan cerca de Cartago y sitian la ciudad. En un principio Cartago se rinde pero no acepta que la ciudad debía trasladarse a unos quince kilómetros tierra adentro, abandonando la ubicación original y su fabuloso puerto. Una maniobra del líder cartaginés Asdrúbal consigue revertir temporalmente la situación y defender la ciudad del asedio romano, cuyas tropas comienzan a desmoralizarse.
Publio Cornelio Escipión Emiliano, nieto adoptivo del famoso Escipión el Africano, toma el mando por orden del Senado, y consigue aislar a Cartago por tierra y mar. La hambruna y la enfermedad se apoderan de la población cartaginesa y Escipión decide el asalto final. Durante seis días y seis noches miles de cartagineses resistieron casa por casa y calle por calle ante el poderío de las legiones romanas. Miles de ellos se suicidaron para no ser apresados por Roma y la propia esposa de Asdrúbal, líder de la resistencia, tomó a sus hijos y los degolló ella misma. Cualquier cosa antes que ser esclavo de Roma.
Aún con Cartago destruida, no se convirtió en un rumor de la historia, y un siglo después, César Augusto la reconstruyó como una colonia para veteranos.