Tal día como hoy de 1943, el médico y antropólogo Josef Mengele tomaba posesión como oficial médico del campo de exterminio de Auschwitz (Polonia), en el que en aquellas fechas se calcula que sobrevivían hacinadas más de 140.000 almas.
Después de recibir diversas condecoraciones por méritos de guerra, su primer destino en Auschwitz fue la de director médico de un módulo dedicado exclusivamente a familias gitanas. Conocido como «El ángel de la muerte», en poco tiempo fue ganando poder, y a los pocos meses fue el encargado de decidir sobre la vida o la muerte de los recién llegados al campo de concentración. Inició una desenfrenada carrera de crueles experimentos científicos, a cual más inhumano. El objeto de aquellos experimentos, eran las llamadas «razas inferiores», a las que sometió a todo tipo de atrocidades. Por ejemplo, con el fin de modificar la pigmentación del iris para volverlo azul, inyectaba en los ojos diversas soluciones que acababa produciendo ceguera.
Con Alemania casi vencida, el 17 de enero de 1945, huía con pasaporte falso de la Cruz Roja hacía Buenos Aires. No pudo ser identificado, entre otras cosas por no llevar tatuado su grupo sanguíneo en el brazo como era preceptivo al ingresar en las SS.
La capital argentina se había convertido en la guarida perfecta de los nazis fugados, y en refugio de las consecuencias de los Juicios de Núremberg. Mengele mantuvo distintas identidades falsas y ejerció distintas profesiones en Argentina y Brasil. Llevó una vida relativamente apacible, conociéndose hoy día con gran fiabilidad cuáles fueron sus pasos en ese periodo de tiempo. Aunque siempre estuvo en el punto de mira del cazador de nazis Simon Wiesenthal, que se obsesionó por encontrarlo, nunca llegó a conseguirlo.
En 1979, el cuerpo de un ahogado aparecía en una playa brasileña. Todo parecía indicar que se trataba de Mengele. Seis años después, su hijo certificó que el cadáver de esa playa era el de su padre.