Tal día como hoy de 1681, fallecía Pedro Calderón de la Barca. Con su desaparición se acababa, según los académicos, el periodo artístico y literario más fecundo de la historia de España, el llamado «Siglo de Oro», que se inició en 1492 con la publicación de la «Gramática Castellana» de Antonio de Nebrija. El término «Siglo de Oro» fue acuñado por Luis José Velázquez, marqués de Valdeflores, durante el siglo XVIII, y lo empleó por primera vez en 1754 en “Orígenes de la poesía castellana”. Figuras como Luis de Góngora, Cervantes, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús o el propio Calderón de la Barca, son algunos de los componentes de tan excelsa nómina.
El «Siglo de Oro» no pudo tener mejor finalización que con el dramaturgo madrileño. Nacido en 1600, Calderón de la Barca, se convirtió con el tiempo en el más genuino representante del teatro del siglo XVII. Hombre de gran cultura, también fue soldado en Flandes. Se graduó en la Universidad de Salamanca y en 1651 replanteó su vida y se ordenó sacerdote.
Autor prolífico, aunque menos que Lope de Vega, se le conocen más de 200 piezas literarias. El género «calderoniano» fue tremendamente popular en su tiempo, donde el teatro el entretenimiento favorito del pueblo. Cabe destacar el valor y la influencia que adquirió su obra en el romanticismo alemán de inicios del siglo XlX.
Sus obras más importantes son «El Alcalde de Zalamea», «La dama duende» o «El gran teatro del mundo». Para la posteridad nos dejó el soliloquio más célebre del teatro dramático español en su obra cumbre «La vida es sueño». Dice así: (Cuando Segismundo piensa en la vida y en la muerte) ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.