Tal día como hoy de 1979, millones de españoles quedaban estupefactos ante la decisión del jurado español en el festival de la canción Eurovisión. Ríos de tinta se han escrito sobre aquel evento y una generación de españoles recuerdan a la perfección aquel momento sin dar crédito a lo que realmente sucedió.
Era la España de un único canal de televisión, donde cada día millones de españoles se congregaban delante de la “caja tonta”. Los niños veían “Barrio Sésamo” y “Érase una vez el hombre” y los mayores “Dallas” o “Raíces”. Los programas especiales, como Eurovisión, eran acontecimientos familiares, con audiencias de más de 20 millones de personas. Justamente ese, era el contexto de aquel día.
Era la 24ª edición del Festival de Eurovisión, y la primera celebrada por un país no europeo, Israel. Betty Missiego, acompañada del grupo infantil “Caramelos”, representaba a España con el tema «Su canción». Su interpretación fue sobria y cercana, y los carteles de los niños dando las gracias en cuatro idiomas al terminar la canción ganó a crítica y público.
España obtiene la máxima puntuación de Alemania, Bélgica, Italia y Suiza. Los votos de Austria colocan a Betty Missiego en primera posición. España entera suspira, y la expectación es total. Parece hecho que por tercera vez va a ganar Eurovisión. Pero un giro inesperado de los acontecimientos está a punto de suceder. El jurado español, que cierra la votación, otorga un diez a Israel por el tema “Hallelujah”, interpretado por el grupo Milk & Honey & Gali Atari. Los hebreos ganan en casa por un punto de ventaja y el gesto español queda grabado a fuego en los anales eurovisivos. Nadie se lo podía creer. Era el quijotismo en su máxima expresión.
El periodista de TVE, Miguel de los Santos, llegó a decir que «entre bastidores las delegaciones negociaban el vencedor y nosotros no quisimos ganar para no tener que organizar”. Realidad o ficción, lo cierto es que los votos parece que se entregaban a la organización con antelación a su anuncio, por lo que el caso se acerca a la leyenda, y posiblemente nunca se llegue a saber la verdad.