Tal día como hoy de 1953, acababa la vida del georgiano Iosif Vissariónovich Dzhugashvili «Stalin», dictador soviético, heredero político de Lenin, y autor intelectual de millones de muertes. Solamente en el holodomor (gran hambruna), fue responsable de la muerte por inanición de entre 1,5 y 4 millones de ucranianos.
Dos días antes, el autodenominado «hombre de acero» había sufrido una hemorragia cerebral y fue encontrado en su dacha de Kutsevo (Mar Negro), tumbado en una alfombra y sin habla. Uno de los protagonistas de un cuarto del siglo XX, era declarado oficialmente muerto el día 5.
A partir de la prematura muerte de Vladimir Ilich Uliánov «Lenin», Stalin concentró en sus manos un inmenso poder.
La crueldad de su carácter unida a la ideología comunista, desembocó en el terror como instrumento político, la represión de opositores y minorías y el culto a su propia personalidad.
De 1934 a 1937 (el periodo del «gran terror» de Stalin) toda la sociedad estuvo sometida a un estricto control policial. La represión de la disidencia política fue confiada a una fuerza policial cuya tarea era identificar a los llamados «enemigos del pueblo».
La victoria en la II GM contra la Alemania nazi convirtió al sistema soviético en una máquina de expansión territorial, con Stalin como gran timonel.
A nivel interno, la creación de 80 gulags a lo largo 1.300 km de tundra disuadían al pueblo de cualquier atisbo de crítica al «padrecito». El miedo lo dominaba todo.
La verdad sobre los brutales crímenes de Stalin sería revelada entre el 24 y el 25 de febrero de 1956 en el XX Congreso del PCUS por un «informe secreto» de su sucesor Nikita Kruschev y publicado meses después en EEUU.