«A las cinco de la tarde,
eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana,
a las cinco de la tarde»…
“Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura”.
Tal día como hoy de 1891, veía luz en Sevilla Ignacio Sánchez Mejías, torero, periodista, dramaturgo, rapsoda, actor, presidente del Betis, piloto de avionetas, jugador de polo, promotor y mecenas de la reunión fundacional de la Generación del 27.
Con permiso de Jorge Manrique en «Coplas por la muerte de su padre», Federico García Lorca compuso en su memoria una de las cumbres de la poesía elegíaca de la literatura y una de las poesías más conmovedoras de las letras, «Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías».
Admirada en foros intelectuales, estudiada en centenares de tesis doctorales en universidades del mundo entero, fue desde que salió de la pluma del genio granadino un arrollador éxito mundial.
La trágica muerte del matador de toros el 13 de agosto de 1934, después de ser corneado por el toro Granaíno en la localidad manchega de Manzanares supuso tal conmoción que inspiró a su amigo García Lorca a la imposible tarea de superarse a sí mismo.
Sánchez Mejías tuvo una vida singular, polifacética al extremo, fue correa de transmisión de la generación del 27, conocida como la «edad de plata» de las letras españolas. Gracias a su magnetismo reunió en su finca de Pino Montano (Sevilla) a personajes como Gerardo Diego, Salinas, Alberti, Jorge Guillén, García Lorca o Dámaso Alonso para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora.
Su tauromaquia se caracterizaba por una valentía temeraria, fue discípulo y cuñado de Joselito, a quién idolatraba.
El carisma y la arrolladora personalidad de Sánchez Mejías atrajo a intelectuales y artistas de su tiempo, como al estrella artística de la época, Encarnación López Júlvez “La Argentinita”, con quién tuvo durante una década una relación sentimental, y a quién García Lorca dedicó “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”.
Su legado ha trascendido a su propia persona y el recuerdo de Sánchez Mejías no ha muerto del todo: convertido en mito universal, sigue hoy vivo y para siempre.