Tal día como hoy de 1862, fallecía en Concord  (EEUU) el escritor y filósofo Henry David Thoreau.

Después de siglo y medio, gran parte de su  pensamiento se ha revitalizado. Ecologista, naturalista, individualista, vegetariano y sobre todo, desobediente de determinadas ideas imperantes en la sociedad, tuvo una vida coherente con la filosofía que preconizaba. Vivió dos años en una cabaña que se construyó cerca de la laguna de Walden (Massachusetts).

Su mensaje sobre una vida sencilla y en sintonía con la naturaleza ha atraído a millones de personas generación tras generación, convirtiéndolo en un autor atractivo, fácil de seguir y al mismo tiempo profundo y sugestivo.

Precisamente, el nombre de «Walden» es el que utilizó como título de una de sus obras principales. Un ensayo donde cuestiona las instituciones, la burocracia y sociedad de mercado. «Walden», como dijo el propio Thoreau, está escrito para la mayoría de hombres que «en apariencia ricos, pero que en realidad han acumulado basura y cosas inútiles y no saben muy bien qué hacer con todo ello».

Se negó a pagar impuestos por estar en contra de la guerra contra México y por oponerse a la esclavitud. Fue encarcelado y de ahí nació la idea de su libro «Desobediencia civil». Firme defensor de la no violencia, sus postulados fueron seguidos a la práctica real por Gandhi, Nelson Mandela, Martín Luther King o el ruso Leon Tolstoi.

Independiente y libre por encima de todo, lo han intentado asociar sin éxito a interesadas posiciones ideológicas. En su ideario subyace la misma idea para alcanzar la felicidad: «dejadme vivir a mi manera».

Su defensa de la libertad individual y personal contra el gobierno o instituciones públicas ha convertido las ideas de Thoreau plenamente vigentes en el siglo XXI.