Tal día como hoy de 1865, el general confederado Robert E. Lee se rinde ante el general Ulisses S. Grant, jefe de los ejércitos de la Unión.
Cuatro años de escalada bélica entre los tradicionales y rurales estados sureños y los más industrializados estados del norte llevaron la guerra a un punto de no retorno.
Desde el comienzo de la guerra, el sur había sido bloqueado por el mar, cortando las exportaciones de algodón y las importaciones de armas. Esto los dejó con graves problemas financieros y de logística. La falta de suministros de calidad, incluidas armas y alimentos, se iba a dejar patente en fechas anteriores al acto de rendición en Appomattox (Virginia, EE.UU).
La firma de los documentos de rendición ocurrió en el salón de la casa propiedad de Wilmer McLean. La escena quedó inmortalizada en multitud de obras de arte.
Desde la batalla de Gettysburg la moral del ejército confederado fue mermando, mientras los unionistas ocupaban la estratégica ciudad de Richmond. El fin de la guerra estaba cercano.
En este escenario se presentaron al armisticio un alicaído Robert Lee, en contraposición con un eufórico Ulisses Grant. Este acuerdo otorgó un enorme prestigio a Grant, que fue elegido presidente de la nación en 1868, y reelegido en 1873.
Lo términos de la rendición fueron benignos con Lee y los confederados. No serían encarcelados ni procesados por traición. A los oficiales se les permitió guardar sus armas, caballos y equipaje personal. Grant también permitió que los hombres derrotados se llevaran a casa sus caballos y proporcionó a Lee raciones de alimentos para su ejército hambriento. Lee pronosticó que aquellas decisiones tendrían un gran efecto entre sus hombres y haría mucho por la reconciliación del país. Así fue. La guerra civil americana sigue siendo el único conflicto armado que ha sufrido este país en su propio territorio.