Escribir de Irene Montero es gozoso porque pocas mujeres como ella presentan tantos flancos y tan sugestivos para la crítica política. Su gestión, lo dice todo. Desde que lleva la cartera de Igualdad, es notorio que le pesa. Pero, además: España ha bajado de ocupar el quinto puesto en la lista de los países con más bienestar para las mujeres a ocupar el decimoquinto, según el ranking de la Universidad de Georgetown, un nuevo logro de la ninistra. Más: España es, según Eurostat, el país de la UE en el que más ha crecido el paro femenino. Según el sondeo de EL MUNDO Sigma-2 que recientemente se publicaba, el 58% de los encuestados considera que el Gobierno lo está haciendo mal o regular en favor de las mujeres y el 64% reprueba la tarea de Montero al frente de Igualdad. Más claro agua. Pero es que, incluso en su propio campo de juego, el del feminismo, la división brilla por los cuatro puntos cardinales, lo que le debilita. Y es que si se niega hasta a investigar la prostitución de menores tuteladas en Mallorca… El feminismo, para Irene, es su chiringuito.